Llegué a tu puerta sediento
por saber algo de ti
y en un roble del camino
descubrí tu aroma
monástico,
vinieron dos nobles cánidos
a darme la bienvenida
y aspiré con fuerza el aire
que circundaba las casas.
La azada reposaba su espalda
a los pies de aquella huerta,
que evocaba mi niñez
¡y no había nadie sin luz!
Entre las rocas,
los arcos
que unían pared con pared
—grandeza de señorío—
adornadas con blasones
captores de ondas hertzianas
y enormes pilas de leña,
antesala del invierno.
Señiu,
no pude medir
el timbre de tus palabras,
sólo el ronco golpeteo
del tractor arañando la tierra
distrajo mis pensamientos.
Frente a mí un vasto imperio
de soldados
con lanzas de chopo
y fortalezas enemigas
marcadas por hilos de humo,
y una flota predispuesta
allá abajo en la laguna.
Te digo adiós con tristeza
—parto escaso de equipaje—
puede que sea ¡por qué no!
por el infausto abandono
de buena parte
del miedo.
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Autor:
J.R. Infante (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 7 de diciembre de 2025 a las 07:03
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

Offline)
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