Ella estaba parada, frente al gran ventanal, nadando en sus sentimientos, consciente de su final.
Él estaba decidido, a liberar su rencor, insidioso resentimiento, producto del desamor.
Aquella joven mujer, dentro de la habitación, esperaba su llegada, bebiendo el mejor licor.
Él caminaba impaciente, carente de palabras, recordando a quien amó, dedicándole sus balas.
Llegó y en silencio entró, oculto en la luz tenue, dispuesto a matar por amor, bajo la luna creciente.
Ella sintió la presencia, aún así fingió no verlo, sabía que moriría, pero continuó bebiendo.
Las miradas se encontraron, su orgullo le sonrió, ella disimuló tranquila, la decepción y el dolor.
No sé movió del lugar, invitándolo a avanzar, en los brazos de la muerte, no tenía caso llorar.
Él aceptó la invitación, se desplazó en la habitación, creyendo que sanaría, la herida en su corazón.
Le quitó el seguro al arma, y con odio le apuntó, al ver la curva en sus labios, aquel hombre disparó.
Ella no se sorprendió, cerró sus ojos cansados, su vida estaba perdiendo, en más de cuatro disparos.
Caen gotas de su sangre, en un vaso de licor, y aquella mortal bebida, fue cambiando de color.
Los bordes del vaso, conservan restos de su esencia, sus dedos están marcados, como prueba de sus huellas.
La noche ha sido testigo, de este crimen pasional, de los erráticos celos, que causan debilidad.
Él observó el paisaje, la escena que tenía en frente, vaciló sobre los hechos, secó el sudor de su frente.
Pasado el shock del momento, guardó el arma homicida, dentro de su traje negro, y dejó que el tiempo decida.
Sigiloso dejó el lugar, todas las luces apagó, de lo profundo de su ser, la amargura se adueñó.
Ella aún seguía allí, inmóvil pero consciente, de aquellos pequeños huecos, que desangraban lentamente.
Soltó el vaso de licor, lo dejó caer al suelo, estalló en mil pedazos, se derramó entre su pelo.
Cayó al lado de su cuerpo, vidrios cortaron su rostro, incrustandose en su piel, desvaneciendo el agobio.
Y su sangre se mezcló, con el licor derramado, adormeciendo los disparos, su pecho dispersados.
Él era un hombre con metas, ambiciones de pareja, amando sin ser amado, viviendo la ilusión perfecta.
Ella una mujer con sueños, con misterios y secretos, llevando una doble vida, que la mataba por dentro.
Él descubrió la verdad, se marchitó como una flor, el fuego de la venganza, nació como nace el sol.
Ella se sintió desnuda, rompió la palabra amor, su anatomía fue tan frágil, como el vaso de licor.
Un vaso de alcohol, que suavizó las heridas, pero no pudo evitar, que se perdieran dos vidas.
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Autor:
Génesis G (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 7 de diciembre de 2025 a las 04:18
- Comentario del autor sobre el poema: Para este poema me inspiré en un suceso real, sin pretender ofender, lo escribo para concientizar y reflexionar al respecto, con mis más sinceros respetos, les regalo este pedacito de historia, que es parte de un hecho y una vida mucho más profunda.
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 2

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