ECOS EN EL ABISMO

Autor: Dario Daniel Lugo

Recuerdos e imágenes desatados por silencios y sombras
invaden con firmeza,
llenos de pasajes de una etapa ya olvidada;
reaparecen como ráfagas penetrantes,
como millones de alfileres hirientes.

Estás ahí,
donde la luz es impenetrable
y es difícil escapar
de su inmensa oscuridad y comprensión.
Lo que no puede ser comprendido
se revela siempre en silencio.

No he visto más allá de lo inalcanzable ni de lo insondable,
porque mis ojos no pueden descender
a las profundidades del abismo,
esa oscuridad sin fin
donde los ecos golpean mis pensamientos
y revolotean sin comprender
lo que jamás podrá ser comprendido.

Días negros y sombríos se extienden en las tinieblas,
silenciosas, sin voz que nadie pueda oír.

Y mientras las sombras trazan su propio orden,
mientras los recuerdos arañan mi conciencia
con la misma insistencia con la que el pasado
se niega a desaparecer,
camino entre lo que veo y lo que no puedo ver,
entre lo que entiendo
y lo que jamás comprenderé.

Nadie puede alcanzar
lo que está más allá de su propio límite.
Cada persona elige su senda:
el bien o el mal,
ver o no ver,
la luz o la sombra,
la esperanza o la desesperanza.

Ahí, en el territorio donde mis pensamientos se vuelven eco
y mi voz se disuelve en penumbras,
comprendo que hay verdades que no exigen explicación,
porque nacieron para permanecer ocultas,
para hundirse en lo inexplicable
igual que un susurro que cae en un pozo sin fondo.

Porque al final,
más allá de todo ruido,
la oscuridad no amenaza:
revela.
Revela aquello que la luz teme mostrar,
aquello que solo puede nacer en la profundidad del abismo,
donde mi voz se encuentra a sí misma
y mi esencia —inevitable y desnuda—
decide qué parte de mí sigue viva
y cuál se desvanecerá en el silencio.

La elección…
siempre es tuya.