Río Verde

Luis Barreda Morán

Rio Verde 

Río verde, tus corrientes tranquilas me llaman con su murmullo antiguo y sereno.
Me gusta sentir el barro fresco entre los dedos de mis pies, alejado del polvo del camino.
Allí el tiempo camina lento, como las tortugas sobre las piedras calientes del verano.
El sol dibuja ondas doradas sobre la superficie, un espejo del cielo infinito y azul.
Bajo tu sombra, mis preocupaciones se las lleva la corriente hacia un mar desconocido.

Recuerdo las tardes sin fin, pescando en la orilla con una caña rústica y un hilo.
El silbido de los pájaros ocultos en los sauces era la única música que necesitaba.
Las libélulas brillantes cruzaban como flechas sobre el juncal, persiguiendo mosquitos.
Lanzaba piedras lisas que saltaban una, dos, tres veces antes de hundirse para siempre.
Esa paz simple guardo dentro de mi corazón como un tesoro limpio y verdadero.

Más arriba, cerca del vado, los muchachos construían balsas con maderas viejas.
Reíamos intentando mantener el equilibrio sobre aquel barco movedizo y rebelde.
El agua nos salpicaba, fresca y pura, quitándonos el calor pegajoso de la tarde.
Navegábamos un pequeño tramo, sintiéndonos grandes exploradores de mundos nuevos.
Río verde, tú fuiste nuestro mar bravío, nuestra aventura sin mapas ni fronteras.

Al caer la noche, el paisaje se pintaba de violetas y las luciérnagas encendían su faro.
El coro de insectos y ranas comenzaba su concierto, una sinfonía de la naturaleza.
Olía a hierba mojada y a flor de azahar, un aroma que prometía sueños profundos.
Caminaba por el sendero, observando las primeras estrellas titilar sobre tu cinta oscura.
En ese momento, el universo entero parecía vivir dentro de tu cauce pacífico y hondo.

Muchas personas pasaron por tus riberas, contando historias de viajes y caminos.
Aprendí de ellas que la vida es un viaje largo, a veces duro, a veces muy hermoso.
Un hombre viejo y sabio me dijo que el mundo afuera podría arder como la hoguera.
Pero me enseñó que un lugar verdadero en el alma siempre nos sirve de refugio.
Y señaló tus aguas, diciendo que este rincón del mundo sería mi norte y mi puerto.

Ahora, cuando la ciudad gris me agobia con su ruido metálico y su prisa sin tregua,
cierro los ojos y viajo hasta la curva donde duerme el viejo tronco cubierto de musgo.
Imagino el sabor de la fruta silvestre, el tacto de la corteza áspera bajo mi palma.
Escucho el rumor lejano del torrente bajando de la montaña, claro y poderoso.
Río verde, en mi memoria eres un manantial de alegría simple y recuerdos buenos.

Deseo nadar y flotar boca arriba, mirando las nubes que pasan con formas de animal y figuras.
Dejar que tu corriente me lleve suavemente, sin rumbo fijo, sin hora de regreso.
Donde los peces plateados nadan entre raíces y piedras de colores suaves y lisas.
Donde el viento mueve las hojas de los álamos con un sonido de aplausos callados.
Ese pedazo de paraíso terrenal que guardo en mis ojos cuando los cierro fuerte.

No necesito grandes palacios ni viajes a ciudades lejanas llenas de luces artificiales.
Mi riqueza está en el arcoíris que forma la bruma de la mañana sobre tu superficie.
En el nido del martín pescador, escondido en la grieta de la tierra colorada.
En el camino de tejones que baja a beber al amanecer, dejando sus huellas finas.
Estas pequeñas maravillas son lecciones de vida, más profundas que cualquier libro.

Por eso, cuando la ruta pierda su rumbo y los mojones se desdibujen en la niebla,
cuando la ceniza del desaliento me cubra y ya no distinga la vereda cierta,
giraré mi corazón hacia aquel norte, hacia el vapor leve que tu cauce levanta.
Mis pies hallarán el puente ya memorado, la colina antigua, la quieta laguna.
Pues todo hombre debe guardar un asidero, una raíz fiel a la cual regresar siempre.

Río verde, curso de agua pura y memoria viva de días felices y sueños sencillos.
Eres la canción de cuna que me arrulló, el amigo que nunca juzga ni se aleja.
En tu espejo veo al niño que fui y al hombre que busca no perder su esencia.
Mantienes viva la promesa de un mañana tranquilo, bajo un sol amable y cercano.
Serás por siempre mi geografía sagrada, mi pedazo de tierra y agua querida. 

—Luis Barreda/LAB
Glendale, California, USA 
Noviembre, 2025.

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  • Autor: Luis Barreda Morán (Offline Offline)
  • Publicado: 5 de diciembre de 2025 a las 02:54
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 2
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