La ideología de la ilusión es el refugio que el escritor guarda en secreto,
esa posibilidad que pudo tocar,
esa historia que pudo hacerse real,
pero que eligió dejar intacta, suspendida en la frontera de lo posible.
No porque no quisiera, sino porque la vida, en ese momento,
le pesaba demasiado:
el hogar quebrándose, los padres derrumbados,
el miedo a repetir lo aprendido sin querer.
Así, la ilusión se volvió su amuleto,
algo que no necesitaba vivirse para darle consuelo.
Una verdad suave que cura sin exigir presencia.
Y ahora duerme sin la espera de un mensaje,
sin ese reloj emocional que solía estirarse hasta la eternidad.
La soledad ya no lo sorprende:
es una vieja conocida que se sienta a su lado cada noche.
Sabe que no debe esperar nada,
que el mundo sigue sin promesas,
y aunque duele, también transforma.
Con el tiempo uno se acostumbra,
como un lápiz que acepta la presión constante de la hoja,
como quien aprende a convivir con un dolor que deja de arder
y solo respira, silencioso, a su ritmo.
Por eso él se aferra a la ilusión:
porque en ella no hubo errores,
ni finales,
ni repeticiones de un pasado ajeno que teme heredar.
En la ilusión hay pureza, hay pausa, hay calma.
Es un sueño que lo sostiene cuando la realidad se desploma,
una chispa que lo acompaña cuando todo lo demás se apaga.
La ilusión no es cobardía:
es la única parte de su mundo
que sigue intacta
cuando todo lo demás se rompe.
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Autor:
Noelia Beteta (
Offline) - Publicado: 5 de diciembre de 2025 a las 00:53
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 4

Offline)
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