Ciudad de luces y sombras

I
La noche vibra en brillo artificial,
la mente en ruido y fiebre digital;
corremos tras un pulso que no calma,
perdiendo el ritmo, el nombre y hasta el alma.

II
Hay euforia breve en cada notificación,
un ápice de cielo en la validación.
Pero el eco muere, queda solo el hueco,
y el corazón pregunta por qué sufre—y por qué es tan seco.

III
Nos comparamos vidas que no son,
siluetas de mentira en alta resolución;
identidad que cambia, líquida en la piel,
¿quién queda cuando ya no miras quién?

IV
La presión de brillar se vuelve ley,
como si fallar fuese faltar la fe.
FOMO acecha como sombra en la vereda,
y el alma corre—pero nunca llega.

V
Noticias caen como granizo gris,
nos llenan de cansancio que no pedimos.
Extraño aquella infancia sin señal,
cuando el tiempo era ancho y respirar, natural.

VI
El trabajo pesa sin pertenecer,
somos piezas rotas intentando encajar.
Buscamos ojos que quieran ver,
un nombre propio, un simple lugar.

VII
La máquina falla y también fallamos,
ruido en la sangre, pasos que no damos.
Y aunque ansiamos paz y desconexión,
la red nos ata a su respiración.

VIII
Mostramos brillo, ocultamos heridas,
queremos aplausos que curen la vida;
la productividad gobierna el día,
y el descanso se vuelve brujería.

IX
Seguimos tendencias como un río ciego,
y aun así guardamos un pequeño fuego:
anhelo profundo de una humanidad,
una voz cercana, una verdad.

X
La pantalla cansa, no dice quién somos,
la duda crece entre tanto plomo;
placer que dura lo que dura un clic
y se evapora antes de llegar a ti.

XI
En esta ciudad de luces y de ruido,
de sueños breves, de pasos perdidos,
hay corazones pidiendo un latido
que no sea digital, sino compartido.