En la noche del pueblo
tiembla una luna rota.
Las casas miran en silencio
como si guardaran un secreto
que nadie se atreve a nombrar.
El rencor anda suelto,
con pasos de caballo negro,
golpeando las puertas
que el orgullo dejó entornadas.
Y cada corazón late aparte,
como si la sangre quisiera
irse del cuerpo.
Pero yo lo sé,
porque lo he visto arder:
el perdón es un farol antiguo
que no alumbra hacia afuera,
sino hacia adentro.
Es una voz pequeña
que brota del pozo del alma
cuando el dolor se cansa de gritar.
Nadie fue inocente.
Nadie.
Todos llevamos en las manos
un polvillo de culpa,
un temblor,
una palabra no dicha
que rompió el aire del patio.
Mas aun así,
cuando la luna baja despacio
a tocar los tejados,
puede escucharse el suspiro
de la tierra que pide paz.
Y entonces el alma entiende
que el perdón no es camino:
es regreso.
Regreso a la mesa clara,
al agua fresca,
al nombre que se pronuncia
sin que duela.
Yo dejo mi puerta abierta,
con una jarra de luz
sobre el umbral.
Que vengan los que quieran,
que sanen los que puedan.
La noche será más corta
cuando uno solo —uno—
rompa su sombra
y dé el primer paso.
Antonio Portillo Spinola
-
Autor:
Spinoport (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 4 de diciembre de 2025 a las 06:17
- Comentario del autor sobre el poema: En este poema expreso como en estos días se aproxima la Navidad, y un día antes la Noche Buena, los andaluces celebramos esa noche alrededor de la mesa, cantamos y bailamos, con toda la familia, la mía ya el año pasado no la celebramos juntos, una palabra mal interpretada y nos dividimos, este año va camino de lo mismo, mantengo mi puerta abierta.
- Categoría: familia
- Lecturas: 1
- Usuarios favoritos de este poema: Jaime Correa

Offline)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.