Tal vez en otro mundo,
los latidos no serían ruido,
sino un idioma perfecto,
capaz de que dos corazones
se entiendan sin pronunciarse.
Tal vez en otro mundo,
las despedidas no existirían,
el tiempo no tendría filo
y no cortaría las historias por la mitad.
Cada abrazo sería infinito,
cada mirada un hogar que nunca se pierde.
Quizás allá,
las lágrimas serían perlas caídas al mar,
y el mar sabría nuestros nombres,
y nos devolvería sonrisas en vez de olas frías.
Tal vez en otro mundo,
los sueños no serían frágiles,
ni se romperían al despertar.
Serían puentes eternos
entre lo que se imagina y lo que se toca,
entre lo que se desea y lo que se tiene.
Allí, en ese mundo distinto,
las cicatrices serían constelaciones en la piel,
recordándonos que sobrevivimos,
que cada dolor encendió una estrella nueva.
Tal vez en otro mundo,
el amor no tendría miedo,
no dudaría,
no se escondería detrás del orgullo ni del silencio.
Sería un sol naciendo todos los días
y nunca, nunca se pondría.
Quizás en ese otro lugar,
las personas no se irían cuando más las necesitamos,
ni cambiarían sin avisar,
ni olvidarían promesas hechas con el alma en llamas.
Tal vez en otro mundo,
seríamos valientes desde el principio,
y no aprenderíamos a base de golpes
que la vida duele porque importa.
Imagina ese mundo:
un cielo donde los errores se perdonan solos,
porque son solo pasos torpes hacia adelante;
una tierra donde cada caída
se celebra como intento de volar.
Allá,
las sonrisas serían invencibles,
la inocencia no tendría fecha de vencimiento,
y el corazón no sería prisionero
de un pasado que insiste en volver.
Tal vez en otro mundo,
el silencio no asustaría,
sería solo un rincón de paz
donde el alma se sienta a respirar.
Quizás nuestros nombres
tendrían un eco suave en los labios del destino,
y las oportunidades no llegarían tarde,
ni se irían sin tocarnos la puerta.
Tal vez en otro mundo yo te encontraría
antes del adiós, antes del miedo,
antes de que la realidad nos pusiera lejos.
Y nos reconoceríamos
sin preguntas, sin dudas,
como si cada vida vivida
hubiera sido un ensayo para ese encuentro.
En ese otro mundo,
yo sería la respuesta a tus noches rotas,
y tú serías mi refugio de tormentas.
Seríamos dos certezas abrazadas,
dos almas que por fin descansan
porque se han encontrado.
Tal vez en otro mundo,
pero en este…
en este seguimos buscando,
deseando, soñando,
luchando contra lo imposible
para acercarnos un milímetro cada día
a ese universo que merecemos.
Y aunque la realidad duela,
aunque la vida nos gire y nos pierda,
sabemos que ese otro mundo existe
en cada vez que cerramos los ojos
y el corazón nos habla bajito:
“No te rindas…
quizás mañana,
este mundo se parezca un poco más
al que soñamos juntos.”

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