Réquiem Posfechado

Ivan Rudenko León

Llegará el momento que me vuelva polvo

Partículas celestes fluyendo en el espacio

Tómame y espolvoréarme en el cosmos;

No me coloques sobre la mesa o en el diván.

Nunca fui de los conformes, siempre me mantuve insistente.

Quería devorar la vida lentamente, saborearla,

tomando el tiempo suficiente a todo.

Sin embargo, ahora solo puedo tragarme mis palabras, tierra de fosa o nada,

es solo un abismo donde nada es.

Me quedo flotando en los jardines del viento.

 

Soy ahora algo inerte,

Incorpóreo, volátil,

Una sombra de lo que fui, un recuerdo, un olvido

Me quedo sobre las paredes, en los muebles, en el suelo;

el viento me levanta y me esparce.

Disimuló mi inexistencia

No percibo mi tono, una nota, una esencia, nada.

 

La corona de flores que pusieron sobre mi sepulcro se ha deshecho,

huyeron sus olores a otra dirección,

Los gusanos dejaron de navegar sobre ese mar de piel y órganos,

olvidaron sus maletas en la salida,

Pienso que trataron de evitar una despedida incomoda,

Ya solo era huesos amontonados.

 

Tengo mortificación a la llegada de la noche,

me parece ahora extraña

con su compañía de céfiros y estrellas brillantes.

Los astros me iluminan

y flamean cánticos moribundos,

Suena triste con su oscuridad,

el trinar de la parvada me deja quieto, menguado

Acumulando lágrimas no derramadas.

Su luz tenue agranda mi famélica condición,

se nota tétrica, cabalga sobre el viento,

Deja su mensaje sombrío o esperanzador

"Somos solo un soplo,

un instante",

me voy a ir con la corriente que se lleve la hojarasca.

 

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Comentarios +

Comentarios1

  • LOURDES TARRATS

    Ivan,
    Este poema tiene una gran fuerza introspectiva, donde la voz poética atraviesa su propia disolución con una lucidez casi metafísica. La manera en que describes la transición del cuerpo al polvo —y del polvo al viento, al cosmos, a la nada— contiene un estremecimiento que no es solo doloroso, sino también profundamente poético.
    Me toca profundo cómo logras que la muerte no sea un final abrupto, sino un estado intermedio: una sensibilidad que aún percibe, que recuerda, que observa su propia ausencia. Las imágenes de la materia esparcida, los gusanos que cesan su labor, la corona que se deshace, y ese miedo extraño a la noche, crean un paisaje de soledad cósmica que resulta tan íntimo como universal.
    Tu cierre, con ese “somos solo un soplo, un instante”, devuelve al lector una verdad que pesa y libera al mismo tiempo.
    Un texto intenso, honesto y lleno de resonancia existencial.

    Saludos,

    —LOURDES
    poetas somos



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