Llegará el momento que me vuelva polvo
Partículas celestes fluyendo en el espacio
Tómame y espolvoréarme en el cosmos;
No me coloques sobre la mesa o en el diván.
Nunca fui de los conformes, siempre me mantuve insistente.
Quería devorar la vida lentamente, saborearla,
tomando el tiempo suficiente a todo.
Sin embargo, ahora solo puedo tragarme mis palabras, tierra de fosa o nada,
es solo un abismo donde nada es.
Me quedo flotando en los jardines del viento.
Soy ahora algo inerte,
Incorpóreo, volátil,
Una sombra de lo que fui, un recuerdo, un olvido
Me quedo sobre las paredes, en los muebles, en el suelo;
el viento me levanta y me esparce.
Disimuló mi inexistencia
No percibo mi tono, una nota, una esencia, nada.
La corona de flores que pusieron sobre mi sepulcro se ha deshecho,
huyeron sus olores a otra dirección,
Los gusanos dejaron de navegar sobre ese mar de piel y órganos,
olvidaron sus maletas en la salida,
Pienso que trataron de evitar una despedida incomoda,
Ya solo era huesos amontonados.
Tengo mortificación a la llegada de la noche,
me parece ahora extraña
con su compañía de céfiros y estrellas brillantes.
Los astros me iluminan
y flamean cánticos moribundos,
Suena triste con su oscuridad,
el trinar de la parvada me deja quieto, menguado
Acumulando lágrimas no derramadas.
Su luz tenue agranda mi famélica condición,
se nota tétrica, cabalga sobre el viento,
Deja su mensaje sombrío o esperanzador
"Somos solo un soplo,
un instante",
me voy a ir con la corriente que se lleve la hojarasca.
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Autor:
Orestes León (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 3 de diciembre de 2025 a las 03:52
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: Manuel Valles, Mauro Enrique Lopez Z., racsonando

Offline)
Comentarios1
Ivan,
Este poema tiene una gran fuerza introspectiva, donde la voz poética atraviesa su propia disolución con una lucidez casi metafísica. La manera en que describes la transición del cuerpo al polvo —y del polvo al viento, al cosmos, a la nada— contiene un estremecimiento que no es solo doloroso, sino también profundamente poético.
Me toca profundo cómo logras que la muerte no sea un final abrupto, sino un estado intermedio: una sensibilidad que aún percibe, que recuerda, que observa su propia ausencia. Las imágenes de la materia esparcida, los gusanos que cesan su labor, la corona que se deshace, y ese miedo extraño a la noche, crean un paisaje de soledad cósmica que resulta tan íntimo como universal.
Tu cierre, con ese “somos solo un soplo, un instante”, devuelve al lector una verdad que pesa y libera al mismo tiempo.
Un texto intenso, honesto y lleno de resonancia existencial.
Saludos,
—LOURDES
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