Es preciso, amor, que el horror sea el amor, el silencio de la carne.
Oh, ¿qué puedo decirte, amor, que ya no sepas?
Mis manos, dos alimañas blancas, que se escapan de los puños, perros de salón que han olido la pólvora pequeños animales, cazadores furtivos, buscando las tuyas, esas piernas, esas tibias serpientes.
Una herida abierta un sueño mortal, columnas de marfil que sostienen mi abismo.
Mis manos te lo juro, más fieles que mi propia sangre, buscando el único mapa que me importa: el calor que no miente.
Esa cama barata, donde el aroma a sexo es nuestro instinto asesino.
El amor matutino, el que huele a café y a promesas... Una cerilla encendida.
m.c.d.r
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Autor:
m.c.d.r (Seudónimo) (
Online) - Publicado: 2 de diciembre de 2025 a las 23:22
- Categoría: Amor
- Lecturas: 1

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