LA VENTANA

Es todo tan triste ver lo poco que se logra observar por esta pequeña y diminuta ventana, a todos aquellos que transitan aferrados al tiempo como si no existiera una mañana, como si no hubiera un presente, y otros aferrados al pasado como si no hubiera nada después de la noche y después del amanecer. Otros, a duras penas, escriben versos en un papel, inspirados por la soledad, el amor o la amargura, perdidos en un vaivén de ideas que no logran amainar.

 

Por aquella ventana, que apenas deja entrar luz, se oye a lo lejos el canto de los pájaros, el pitido de los carros, el grito de la gente, a los gatos merodeando por los techos y a los perros en vilo para ver a quién morder.

 

Por aquella ventana no se logra divisar nada más que eso: cosas simples, monótonas, que a cualquiera pueden aburrir, pero a mí no, porque vivo en una constante disyuntiva conmigo mismo que hace que, al estar en esa ventana, todo pase lento y me olvide de cosas de poca importancia.

 

Es una lástima lo que yo me quejo, porque no todos tienen una ventana; viven encerrados en cuatro paredes que oyen hasta lo que piensan y lo que no.

 

Esa ventana es un ojo a la realidad misma. No hace falta más que estar ahí para darte cuenta de todo lo que sucede alrededor. Por esa ventana no se observan paisajes, sino calles empedradas llenas de huecos, y, peor aún, cuando llueve, no es nada más que lagunas de agua donde solo hay una soledad absoluta, porque, por alguna extraña razón, muchos le tienen miedo a la lluvia, cuando no es nada más que agua. La misma con la que se bañan todos los días.

 

Hay veces que hasta mis propios gatos se pierden horas sentados en esa ventana, observando vaya a saberse qué cosa. Cosas que solo el que observa logra entender…A veces me pregunto ¿Qué será de mi sin aquella única ventana que hay en esta casa en la que habito? Es mi única manera de escapar de esta realidad en la que vivo encerrado de este encierro con libertad condicional.