Contrareceta
Ella anhela que domine las recetas antiguas y los trucos del hogar,
que sepa planchar camisas sin arruga y bordar suaves colchas de encaje,
que en la cocina baile con gracia midiendo harina y miel dorada,
para encontrar un esposo pulcro que vista de gris y use reloj de plata,
un hombre de oficina y rutas fijas bajo el sol de cada tarde.
Mas yo cultivo un jardín distinto, de lirios marchitos y horas lentas,
donde el tiempo se escurre como agua entre los dedos sin prisa ni pena,
y el pan a veces se quema en el horno por leer novelas hasta muy tarde;
mis abrigos esperan meses mudos en el armario olvidado y grande,
y las cuentas por pagar se acumulan como cartas de un amor distante.
Pues tal vez nunca comparta la mesa con un hombre de traje impecable,
que hable de lluvia y finanzas con modos serenos y previsibles,
que espere la cena servida al vuelo con la corbata ya desanudada,
y el periódico de la mañana fresco sobre el mantel recién planchado,
en un mundo de horarios exactos y respuestas siempre calculadas.
Mi destino se escribe con tinta de librerías y noches desveladas,
con compañías de humo y versos que habitan en estantes polvorientos,
con silencio que llena las habitaciones de paz y de proyectos a medio hacer,
donde el polvo se posa en los marcos como nieve sobre un viejo sendero,
y el café frío en la taza olvidada guarda secretos de sueños inventados.
No poseo la ciencia precisa del caldo espeso ni del tejido a tiempo,
mis agujas de tejer se enredan en madejas grises y sin forma;
mis dedos torpes al intentar cortar verduras en finas rodajas doradas,
y solo ayer comprendí el misterio de los botones de la lavadora,
esa máquina que gira y brama con su ciclo de agua espumosa.
Vivo en un ritmo de pasos perdidos y de citas que nunca se cumplen,
donde las plantas sucumben al polvo por falta de riego y de cuidado,
y prefiero el sabor del chocolate a la lechuga verde y ordenada;
mis tareas son islas que navego con brújula rota y viento en calma,
en un mar de papeles dispersos y de canciones medio tarareadas.
Por eso acepto que mi camino no lleva a un altar de domingo y campanas,
sino a un cuarto con luz de farola y pilas de libros junto a la almohada,
a mañanas de sol en la ventana sin planes ni listas preparadas,
a abrazar esta piel que aprende lento los oficios que nunca me llaman,
y a sembrar en mi propio espejo una mujer de raíces salvajes.
Así construyo, con lentitud deliberada, un amor de siluetas y de niebla,
un cariño que llega sin horario, con las manos manchadas de tinta o tierra,
que no exige menús balanceados ni habitaciones siempre impolutas,
que descifra mi caos diario como un mapa de constelaciones raras,
y me elige, precisamente, por todas estas artes que nunca dominaré.
—Luis Barreda/LAB
Norfolk, Nebraska, USA
Noviembre, 2025.
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Autor:
Luis Barreda Morán (
Offline) - Publicado: 2 de diciembre de 2025 a las 05:14
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

Offline)
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