No puedo olvidar,
aunque lo deseara con toda el alma,
que otros labios tocaron los tuyos
mientras yo sostenía la esperanza
como quien sostiene una vela
en medio del viento.
No puedo olvidar,
que otro hombre acarició tu cuerpo,
que su presencia llenó el lugar
que un día juraste que era solo mío.
Y yo, fiel a una promesa rota,
seguía esperando
que reaccionaras como esposa,
como mujer madura,
como el amor que decías ser.
Pero tú elegiste lo contrario,
con impulso sin freno,
y una adolescencia tardía
que arrasó con todo.
Y lo peor,
lo que más pesa,
es que mientras yo intentaba amarte,
tú me despreciabas.
Me apartabas con frialdad
como si mis palabras molestaran,
como si mi entrega fuera poca cosa
al lado de tus impulsos.
Recuerdo tus silencios duros,
tus gestos de rechazo,
cómo te alejabas
cuando yo buscaba un abrazo
que nunca llegó.
Recuerdo que pedí cariño
y recibí indiferencia,
que ofrecí mi corazón
y me diste la espalda
como si ya no mereciera tu mirada.
Yo esperaba comprensión,
un mínimo de ternura,
una señal de que aún quedaba algo,
pero tus ojos pasaban por mí
como por un desconocido,
como si amar fuera una carga
y yo el error que querías borrar.
Y ahora lo sé:
ya no es tiempo de que me busques,
ni de que intentes volver
a lo que dejaste desangrarse.
El tiempo que teníamos se rompió,
y yo también me rompí contigo.
Ya pasó el momento,
ya pasaron los años,
ya pasaron mis fuerzas.
Ahora te toca vivir tu vida
como quieras, a tu manera,
como siempre lo hiciste,
sin mí, sin mis manos,
sin mi espera interminable.
Hoy solo queda el eco
de lo que intenté construir contigo,
la herida sorda
de un amor que pidió verdad
y recibió desprecio,
que pidió un espacio
y solo encontró rechazo.
No puedo olvidar.
No para castigarte,
sino porque hay cicatrices
que se quedan para siempre
cuando el alma llora
sin que nadie la escuchara.
G3

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