MIEDO AL ABISMO

Sostengo tu mano
como si ese gesto bastara para salvarnos.
Cada uno cae hacia su precipicio,
pero soy el único que insiste
en no soltarte.

Nos arrastran dos abismos distintos,
que se repelen entre sí,
y aun así me aferro,
como si tus dedos fueran
la última orilla en un mundo que se deshace.

Temo aflojar los dedos,
temo soltar tu mano,
y descubrir, en el instante en que me rinda,
que ya no estabas aquí,
que el vacío te reclamó sin resistencia,
y que todo este gesto que sostenía
solo mostraba mi miedo
a quedarme solo.

Y enfrentar la soledad
cuando el silencio calla todas mis dudas,
preguntandome en cada sombra,
si acaso las respuestas
ya habitan
en mis propios miedos.