Los vagabundos.

Los vagabundos.
(Memorias de la piel ajenamente nuestra)

Nos tocó, a vos y a mí,
ser los vagabundos de este mundo.
(Fragmento roto de cristal y campo,
suspiro, respiro, corazón en alboroto.)
Y es que nada es eterno y se sabe,
más el humano juega, siempre…
A ir absurdamente contra corriente,
incluso cuando sabe que será,
de la derrota, el gran culpable.
Te perdono entonces por la mentira,
por el engaño de jurarme amor eterno
cuando tiernamente tu sabías…
¡estabas jugando simplemente un juego!
Y es que la culpa nunca fue tuya, sino mía…
Por haber amado cada caricia y cada beso.
(Cada embriagante vaivén y roce…
de nuestras manos, surcando el universo.)
Y nos toca entonces en este día…
Separadamente juntos afrontar la vida,
¡O juntamente separados!
¡¿Qué sé yo?!, (no me hagas caso…)
si en esta soledad, aún me habitas.
Habría querido quizás negar tu último gesto,
el último tacto de tus manos por mi espalda,
el último beso de tus labios en mi sexo,
el último embiste de tu lengua por mi ombligo.
Y sin embargo siempre fue imposible,
pues mi cuerpo reaccionaba al tuyo sin saberlo.
¡A cada guiño y cada gesto!,
a cada ademán de tu brazo sujetando mi cadera,
a cada pliegue y movimiento de tu lengua…
Susurrando mi nombre en algún motel vacío.
Cuantos recuerdos no se olvidan ni se queman
cuando se llevan bordados en la piel y el pecho,
y es que tú eras todo lo que yo quería,
aunque para vos, yo fuese solamente un juego.
Y sin embargo tontamente le sonrío
a la promesa rota y por tus labios dicha,
pues en este mundo derruido, muerto…
Yo aún deseo (contigo) un “para siempre”
aunque de tu boca salga solamente una mentira.
Nos tocó ser, sin más, a vos y a mí,
los últimos vagabundos de esta vida.