Me fascina ese instante en que alguien,
sin pensarlo demasiado, por mero impulso,
empieza a dar tumbos.
Esa pérdida momentánea del control me inquieta y me atrae a la vez.
Como si cada paso en falso abriera una puerta diminuta hacia algo que ninguno de nosotros se atreve a mirar de frente.
Esos movimientos espontáneos,
casi involuntarios,
muestran una verdad que se escapa,
una honestidad que no sabe disimular.
Entonces, me descubro mirando más de la cuenta, como si en ese caos ajeno pudiera leerse un mapa que siempre he evitado.
Algo que revela,
todo lo que intentamos ocultar,
el miedo que se retuerce,
el deseo que empuja,
la brecha que ocultamos bajo la máscara.
Mientras lo observo,
mi propio cuerpo se sacude,
mi respiración se pliega y se estremece,
mi corazón late con el desorden de otro.
Cada tropiezo suyo es un reflejo desnudo,
cada caída, una herida que reconozco en mí.
No existe separación, ni refugio.
Solo el vértigo de la fragilidad compartida,
y la belleza salvaje de mostrarse entero,
aunque cada día nos recuerde lo fácil que es perder el rumbo.
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Autor:
Cosas que nunca os he dicho... (
Offline) - Publicado: 26 de noviembre de 2025 a las 09:19
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2
- Usuarios favoritos de este poema: Carlos Baldelomar

Offline)
Comentarios1
Me ha gustado.
Ha sido un gusto leerlo.
Saludos
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