Siguen acumulándose los granos de arena en el basamento del reloj.
Tictac, tictac...
Mi vida se consume y cada vez soy más consciente de cómo transcurre el tiempo.
El tiempo no se puede detener: es etéreo y fluye.
Por más inteligente que un ser humano pueda ser, envejecerá.
Tictac, tictac...
Me doy cuenta de que la sociedad es como un paisaje de montañas,
y a todos nos gustaría estar en la cima y disfrutar de los paisajes.
Cada actividad tiene su jerarquía,
y son pocos los que pueden comenzar en lo alto;
el resto de los mortales debe ejercitar las piernas
y comenzar su camino hacia la cima.
La realidad es que a la cima llegarán solo unos cuantos
entre cientos de miles de millones.
Tictac, tictac...
Hay serpientes y escaleras.
Hay amistades que comparten su posición de altura,
te invitan a subir una escalera
y por momentos tu alma grazna como un águila en vuelo.
Pero esos momentos no deben confundir tu realidad
ni tu posición en la montaña.
«Porque una vez
hayas probado el vuelo,
caminarás
sobre la tierra
con los ojos
alzados hacia el cielo,
ya que allí has estado,
y allí ansías volver.»
Y te preguntas:
¿Cómo es diferente esa amistad a mí?
¿Qué acciones del pasado llevaron a esa persona,
que es mi amiga o amigo,
a gozar de las alturas?
Tictac, tictac…
Hay otras escaleras, como los libros.
Pero hay riesgos al leer un libro:
nunca sabremos qué yacía intrínsecamente
en el alma del autor,
y así influye en nuestra psique
para bajar o subir peldaños.
Quienes tienen el poder de abstraerse
de la carrera de la vida para leer un libro
se salen de su realidad
para entrar en una historia creada
desde la realidad de otro ser humano.
Este mismo concepto funciona
cuando se escucha una ponencia
o cuando se está presente
en la clase de alguna profesora o profesor.
Tictac, tictac...
Después están las pesadillas o la locura,
las serpientes de la demencia,
las lesiones, las enfermedades
que frenan tu trayectoria ascendente
y te regresan, si no al inicio de la montaña,
a un punto mucho más inferior.
Pero, si la psiquiatría no es una ciencia exacta,
¿entonces todos los diagnósticos de los psiquiatras
son errores o suposiciones?
¿Cuántos humanos sanos,
con la mirada puesta en el cielo,
han pisado una serpiente
y se encuentran, por un diagnóstico,
en la base de la montaña social?
Tictac, tictac...
¿Y qué serpiente puede ser peor
que la que muerde y mata a un padre
y hace que su mujer e hijos desciendan
en la estructura social?
Tictac, tictac...
Las estructuras sociales deberían estar
en constante mutación.
Deberían analizarse, evaluarse
y modificarse para volver a comenzar.
Pero el problema es que cada vez hay menos líderes
que manifiestan su inconformidad por ser clase baja
y saberse coartados en su derecho a la libertad
y al vuelo.
No es posible que las armas terminen una vida
o que la lotería vuelva millonario a un pederasta.
Es necesario revaluar las estructuras sociales
para ver más allá de la cima
y dar valor al recorrido para llegar a ella.
Nuestra cosmovisión social tiene que dejar de ser conformista
con los sistemas de jerarquías que no evolucionan.
Tenemos que ser conscientes de nuestra realidad
y vivir con plenitud,
sin compararnos con las clases sociales más bajas
ni con las más altas.
Hacen falta espacios de convivencia y de cultura.
Tictac, tictac...
¿Qué le pasa a la mente en relación con el tiempo?
¿En dónde cuadra la felicidad
en la ecuación del esfuerzo para subir a la cima?
Cuando el ascenso de uno se interrumpe,
es el balbuceo de la sociedad el que continúa,
fluyendo quizá más rápido que el tiempo.
Tictac, tictac...
Darwin dejó claro que los más aptos sobreviven;
ahora el capitalismo y la modernidad
han sobrepasado la simple noción de sobrevivencia.
Ahora se infravive, sobrevive, vive, mediovive o sobrevive en exceso.
Y “supervivir” es estar en la cima.
Tictac, tictac...
Conforme escribo, el tiempo se evanesce…
Alguna vez, hablando con mi padre,
llegué a la conclusión de que la vida
es como subir una montaña en bicicleta.
Si pedaleas lo suficiente cuando eres joven,
llegas a la cima en la madurez
y el descenso lo haces en la vejez.
Pero para llegar a la cima tienes que pedalear,
y llegar significa un pedaleo constante,
sin contratiempos ni serpientes.
Llegar significa superar las serpientes,
encontrar y subir escaleras;
llegar significa superarte.
Ahora pienso que la cima es algo relativo:
puede ser que pedalees y pedalees,
pero siempre a una misma altura de la montaña.
En tal caso, nunca llegarás a la cima.
Tictac, tictac...
¿Y qué pasaría si, en vez de un paisaje de montañas,
hubiera solamente escaleras personales
que te lleven al cielo o al final del camino?
Encontrarías a un ogro gigante,
como en el cuento de Jack y las habichuelas mágicas,
y regresarías con su tesoro…
Tictac, tictac...
El dinero es una consecuencia
de haberse acercado a la cima
o una gratificación por haberla alcanzado.
Pero se complica con la avaricia
y la adrenalina del poder:
el sistema capitalista le pone alfombra roja
a quienes han llegado a ese momento de éxito
que llamó cima.
¡El dinero llama al dinero!
¡Una vez en el poder, ya nada más que poder!
A menos que te secuestren.
La metáfora del paisaje de montañas se equivoca,
porque el poder acumula poder:
las montañas se sumarían, se aglutinarían,
y la cima se volvería cada vez más alta,
como montañas de plastilina,
haciendo el descenso cada vez más complicado.
Y esto no es posible en un paisaje mundano.
Tictac, tictac...
Ahora comprendo que hay “líderes”
que controlan la cima de su montaña
y que saben que tienen unos cuantos alpinistas debajo,
intentando llegar a su cima.
Pero eso no sucederá nunca,
porque cuando él pierda el control
de sus mecanismos de defensa,
para que los alpinistas que están debajo no suban,
le cederá el puesto al hijo,
y este se encargará de continuar con el sistema.
Sería increíble que cada quien pudiese escarbar
para ir acumulando tierra
y hacer su propia montaña;
que esa fuese la montaña de uno,
y que cada día pudieras subir
a la cima de tu propio esfuerzo.
Tictac.
Hace poco, una alumna me dijo
que quiere vivir una vida corta, pero intensa.
Esto me plantea una nueva hipótesis
en la carrera de la vida:
disfrutar la juventud,
que es la etapa en la que físicamente
nos encontramos en mejor estado,
y negar la madurez y la vejez.
Es un temor tal que no entiendo.
Es como la filosofía de las estructuras
de los sicarios y narcotraficantes
que llegan a su cima a edades cercanas a los quince años
y niegan el cúmulo de conocimiento
y la interacción intelectual de la humanidad.
Vivir el impulso,
subir en una camioneta cuatro por cuatro,
arrasando con lo que se interponga en el camino,
degollando con un cable fino
a inocentes que se crucen en su ruta…
¿Son los sicarios y narcotraficantes
que llegan al poder a los doce años
los más aptos de nuestra sociedad?
Es caminar al azar,
sin una mira en el corazón.
Es vivir como un cerillo.
Tictac, tictac...
Pero hay momentos en los que la inercia de llegar
se pasma por maravillosos instantes,
y suceden cosas como el amor.
Esto ocurre principalmente en la juventud,
cuando tu clase social no es tan obvia.
Creo que esos momentos-oasis
son los que más valía tienen
en la carrera de la vida.
Imagino que el éxito
es el clímax de los sentidos.
Pero, para los mortales que vivimos esforzándonos
para llegar a nuestra propia cima,
centro mis intenciones creativas en este texto
para afirmar que los momentos de amor
son los momentos que perduran.
O que los momentos imaginados de amor en el futuro
son el estimulante energético para el cuerpo
y la esperanza para el espíritu
en la carrera de la vida…
Mi mejor amigo me ha confirmado
que formalizará la relación con su pareja:
ya no andará solo por la montaña,
ahora andará acompañado,
y celebro su unión.
Tictac, tictac...
En este momento me siento a analizar:
¿qué estoy haciendo
y por qué me encuentro donde estoy?
Sentado, evalúo a dónde voy a llegar,
analizo mis recursos
y me pongo a rezar.
¿Cuál es la cima de la tecnología?
¿Cuál es la cima del poder?
¿Cuál es el límite del mal?
¿Cómo podemos reestructurar
nuestra cosmología social?
¿Cómo voy a encontrar una pareja?
Tictac.
Pero sé que tengo, por el momento,
el poder de trascender en un instante de tu vida,
mientras has invertido unos minutos
en leer estas palabras y reflexionar…
Una escalera para tu intelecto.
Y ningún psiquiatra podrá evitar
que cometa esta acción,
porque se llama libertad de expresión.
¿Qué escalera-montaña estás subiendo?
¿A qué cima pretendes llegar?
¿Y si ya llegaste, cómo ayudas a otros a subir?
¿Qué libro estás leyendo?
Alguna vez leí que:
«El aleteo de las alas de una mariposa
puede causar un tsunami
al otro lado del mundo».
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Autor:
Orelac - el Arquitecto Verde (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 26 de noviembre de 2025 a las 08:36
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 1

Offline)
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