Esmeralda, la grilla y su cri-cri musical

Ysabel Gonzalez

Esmeralda era una grilla entusiasta y muy hermosa, de color marrón brillante, con larga cabellera y pestañas igualmente largas. Sus ojos verdes, soñadores, brillaban cada mañana, cuando antes de que cantara el gallo, se despertaba y, mientras se bañaba, entonaba melodías con su voz de soprano bajo las gotitas silenciosas que escurrían del desgastado chorro del jardín. Era una talentosa profesora de música en una pequeña escuela. Le gustaba vestir con elegancia y llegaba puntual al salón, donde los niños del coro la esperaban con emoción. Y es que, desde hacía varias semanas, habían estado ensayando para un recital muy especial.

El aula estaba decorada con notas musicales que colgaban del techo, pentagramas en las paredes y un armario lleno de instrumentos. Los niños, felices de formar parte del orfeón, se acomodaban mientras Esmeralda, con su estuche de violín y una sonrisa llena de ternura, los saludaba. Afinaron sus gargantas y comenzaron a vocalizar. Luego, en medio de un silencio mágico, Esmeralda —aquella particular grilla— levantó su batuta y dio inicio al pequeño recital. Aquella varilla mágica marcaba la pauta de una extraordinaria melodía con rítmico compás, haciendo que el maravilloso coro de niños comenzara a dibujar en sus pentagramas musicales traviesas y alegres notas, que hacían bailar de contento a sus pequeños corazones.

Armónicas y bellas notas envolvieron el salón como un hechizo. La grilla Esmeralda, en medio de una magistral ejecución y acompañada por los niños del coro, emprendió un inusitado y sonoro viaje, al que todos se atrevieron a embarcar con los ojos bien abiertos. Visiblemente hechizados, no podían creer lo que sus voces habían logrado, incluso imaginado. Entonces, la profesora —también emocionada— marcó con su batuta el final de aquella ensoñadora y dulce melodía que, junto a cada uno de los instrumentos, había hecho realidad sus sueños.

Esa noche, se escucharon unos extraños ruidos provenientes del salón de música ya cerrado. Por la ventana entreabierta, a media luz, una chicharra y una luciérnaga observaron algo asombroso: los instrumentos, en parejas, bailaban y cantaban una pegajosa melodía.

Hay sueños que cantan bajito desde la almohada. Escúchalos, afínalos, y hazlos sonar. Que tu corazón sea su batuta  y no descanses hasta hacerlo realidad.

 

Cada uno tiene un sueño dormido bajo la almohada. Haz que despierte. No descanses hasta hacerlo realidad.

  • Autor: Ysabel Gonzalez (Online Online)
  • Publicado: 25 de noviembre de 2025 a las 09:31
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 1
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.