LA TRISTEZA DE UNA NOCHE OSCURA,  SIN LUNA

 Estoy escribiendo estas letras, en unos rincones torcidos, mientras camino con mis dos pies izquierdos, mientras trato de tocar mi guitarra con el muñón de mis manos. Mi mundo y visión… un cataclismo. Te siento rara, siempre comunicas calor, ahora recibo ese frio de tu piel helada como café olvidado, distante de tu mar y palmeras, perdida en tu cielo.

Tu forma de volar pareciera arrastrada por un Vendaval y con las alas heridas, la vista perdida y el plumaje algo maltratada, aunque de lejos, sigues conservando tu lozanía, algo no encaja. Tus letras aún tienen la misma tesitura, tamaño y promoción, sin embargo algo le falta a su sabor y le sobra en su triste sonido, cuando caen estrepitosa en alguna parte.

Dice Benedetti, que no puedo culpar al viento, del desastre que hace en mi cuarto, cuando fui yo mismo quien dejó abierta la ventana. Me rio de la desdicha y decepción, porque cuando llegue a tu mar, ya navegabas en estas aguas y fui yo quien enfilo mis letras hacia ti, tus eras dueña de ese mar y yo un riachuelo que desemboque en tu océano y todo inicio.

Fue un camino emocionante, disfrazado de laberinto, de tardes soleada, de mar embravecido y camino por la playa, tomados de nuestras letras. Hasta llegue a pensar que una parte de tus poemas me pertenecen. Cuando florecías en mi jardín con tímidos destellos, mi emoción se desbordo, derrape en tus letras, le di continuidad, las expropie.

Quizá ya sea tarde para desenterrar la flecha. Al al sacarla traería consigo algunas letras tuyas, recuerdos, añoranzas y quizá lagrimas de sangre que hoy caen en el papel, como golpe de martillo sobre el mármol, escribiendo mi epitafio. No te juzgo, ni te reclamo, ni pienso que abrigado en tu sombra, fuera tiempo perdido, ¿Qué encontraras otro?... Quizá… Quizá

LENNOX

EL QUETZAL EN VUELO