Ciclos
El rumor del viento trae promesas que se pierden en la niebla de la mañana gris,
y el eco de un grito se disuelve en el silencio de la noche que nos cubre incesante,
mientras la luna escribe secretos con tinta de plata sobre el papel del jardín,
y las sombras cuentan historias que el sol del día borrará con su fulgor al amanecer,
tejiendo un manto de esperanza sobre la tierra que pisamos con temor y afán.
La lluvia canta su canción monótona sobre los techos de esta ciudad sin corazón,
lavando las huellas de los pasos que se dirigen hacia un futuro sin razón,
y en cada charco se refleja un pedazo de cielo roto por nuestra propia ambición,
mientras el tiempo, como un río, lleva sueños hacia un lejano y oscuro rincón,
dejando solo el frío recuerdo de lo que pudo ser y nunca llegó a su pasión.
Un niño mira a través del cristal empañado por el calor de su propio respirar,
dibujando caminos con el dedo que lo lleven lejos, sin dejar de soñar,
mientras su madre cose remiendos de paciencia en un vestido viejo al terminar,
y el reloj de la cocina marca las horas con un tictac que no deja de sonar,
en una casa donde el amor resiste, aunque todo parezca a punto de quebrar.
Los trenes cruzan los paisajes cargados de almas con equipaje de soledad,
y en cada estación se mezclan las miradas que buscan una oportunidad,
mientras el humo de las fábricas dibuja nubes de una triste realidad,
y el panadero amasa la masa con la fuerza de su humilde dignidad,
ofreciendo un poco de calor a quienes luchan por sobrevivir a la adversidad.
Las estaciones cambian su vestido con colores que el destino sabe pintar,
desde el verde esperanza de la primavera hasta el blanco frío del invierno al pasar,
y los pájaros construyen sus nidos con hilos de ternura para poder volar,
mientras el río sigue su camino, sin preguntar adónde debe llegar,
aceptando que su cauce es el viaje, sin otra meta que fluir y contemplar.
En la plaza del pueblo, los ancianos comparten recuerdos bajo la sombra de un laurel,
hablando de amores y derrotas con una voz que suena a miel,
mientras los jóvenes planean batallas sin saber lo difícil que es ser fiel,
y el vendedor de globos ve cómo se escapan sus sueños hacia el cielo despiadado,
entendiendo que la vida es un instante que se guarda en la memoria del ayer.
La tormenta arrasa con los campos, llevándose el fruto de tanto trabajar,
pero el campesino siembra de nuevo, con la fe que solo sabe germinar,
porque conoce el secreto antiguo que la tierra le enseñó al gritar:
que después de la pérdida siempre llega una nueva luz para alumbrar,
y que el ciclo de la vida nunca termina, solo sabe transformar.
Así caminamos sobre este mundo, con dolores y alegrías que debemos abrazar,
cargando en nuestros ojos la luz de las estrellas que logramos captar,
mientras el mar nos susurra versos que no cesan de resonar,
recordándonos que, aunque pequeños, tenemos la fuerza de crear,
un mañana donde las palabras construyan puentes para poder volar.
—Luis Barreda/LAB
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Autor:
Luis Barreda Morán (
Offline) - Publicado: 19 de noviembre de 2025 a las 00:32
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., Alma Eterna

Offline)
Comentarios1
La vida es un viaje lleno de alegrías, vivencias, desafíos, amores..
Pero siempre se.podra salir adelante a pesar de la adversidad, siempre tendremos en los recuerdos lo que hemos enfrentado ...
Gracias por compartir estas bellas líneas, melancólicas y llenas de simbolismos.. un abrazo
Un abrazo a la distancia, feliz noche
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