Dunia de los Ángeles, la luz de mi sentido,
que el ser me has revelado, sin error ni desvío.
Ya que mi alma ha elegido el esplendor vivido,
quiero que seas mi faro, mi eterno y dulce río.
Que el presente sea el lienzo donde el amor se explaya,
y el estéril penar no envuelva nuestro ayer;
pues mi ser te consagra la más noble batalla,
la de ser tu refugio, tu eterno y libre querer.
Tú, que elegiste el camino de la esencia y la calma,
yo te ruego que aceptes mi alma sin reserva:
Quiero que seas mi eterna compañía del alma,
la llama sin celajes, la paz que se conserva.
Quiero ser para ti lo que un día soñaste,
lo imaginado en calma, lo que aún no has de ver.
El inicio que enciende, el fin que no temaste,
la suma de los bienes que tu espíritu ha de tener.
Elige el esplendor del eterno empezar,
El ser, sin error ni errático desvío.
Que el ayer no te envuelva; es estéril penar;
El presente es el lienzo, el elixir, el río.
Encuentra en este pacto la entrega que florece,
que la verdad del amor no se esconde, se da.
No esperes el sostén, sino la fuerza que crece,
la compañía elegida que jamás se irá.
Seré tu sociego, tu principio, tu remate,
el anhelo cumplido, el amor que no finge.
El que te mira y sabe que en el noble rescate
De tu ser y el mío, el destino se erige.
Elegimos el sendero, la esencia, el camino,
Este acuerdo silencioso que el tiempo ha de bendecir.
Eres el destino, el eterno y el divino
Compromiso de amar y dejarme vivir.

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Comentarios1
Edgardo, amigo de letras,
Tu poema es una declaración de amor con resonancias casi místicas, donde la entrega no se concibe como posesión, sino como un acto de revelación interior. Me ha impresionado la manera en que entrelazas el lenguaje de la luz —faro, río, esplendor, llama— con la idea del amor como destino elegido y pacto consciente: no un impulso ciego, sino una voluntad que se ofrece con calma y firmeza.
La construcción de tus versos, amplios y solemnes, confiere al poema un tono de liturgia íntima, como si cada estrofa fuera una invocación al ser amado y, al mismo tiempo, a la esencia más profunda de uno mismo. Esa doble dimensión —lo humano y lo espiritual, lo íntimo y lo trascendente— es uno de los grandes logros del texto.
La reiteración de imágenes relacionadas con el “camino”, la “esencia”, el “inicio” y el “ser” otorga al poema un ritmo meditativo, casi ceremonial, que refuerza la idea de un compromiso sagrado, elegido con plena conciencia.
Un poema intenso, noble y de hermosa claridad emocional.
Saludos,
-LOURDES
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