Oh tú, que en mis desvelos eres luna,
rostro lejano al que jamás alcanzo;
si en sueños vienes, mi dolor se esfuma,
mas al despertar, regreso al manso
tormento de saber que no percibes
mi sombra fiel, que en tu sendero vive.
Amo tu voz, tan leve y tan distante,
que al pronunciar mi nombre no tiembla;
y aunque tu risa al mundo lo levante,
en mí no deja huella ni semblanza.
Soy brisa tenue que a tu paso cruza,
soy lluvia muda sobre vieja escusa.
¡Ay, dulce estrella de mi noche mustia!,
¿qué culpa lleva el hombre que te adora?
Si por tu amor daría carne y angustia,
si alzo plegarias que jamás aflora
del cielo un sí, ni un gesto de clemencia,
solo silencio, eterna indiferencia.
Mis manos, torres rotas en el aire,
buscan tu tacto que jamás responde;
y yo, sin más tesoro que este afán que arde,
me hundo en la bruma donde el alma esconde
sus gritos rotos, sus deseos presos,
sus lenguas sordas, sus secretos besos.
A veces pienso —y tiemblo al pensarlo—
que el hombre necio soy, que en su delirio
ama a quien nunca quiso consolarlo,
que bebe solo del más cruel martirio:
amar sin eco, amar sin recompensa,
amar sin carne, sin voz, sin presencia.
Mas, ¡ay!, ¿qué haré si al corazón ordeno
renunciarte, borrarte, abandonarte?
Él ríe necio, tercamente ciego,
y vuelve a ti, dispuesto a desangrarse.
Pues sabe bien que, aun sin ser amado,
muere feliz si muere enamorado.
Así camino, sombra de mi sombra,
bebiendo el aire que tu rastro deja;
y aunque tu mundo nunca a mí me nombra,
aunque me pierda en esta pena vieja,
te amaré aún —con fuerza desmedida—
pues hay amores que valen más que la vida.
-
Autor:
Nostalgia insipida (SeudĂłnimo) (
Offline) - Publicado: 18 de noviembre de 2025 a las 05:44
- CategorĂa: Triste
- Lecturas: 4

Offline)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. RegĂstrate aquĂ o si ya estás registrad@, logueate aquĂ.