Nunca supo en que momento dejaron de hablar de futuro para empezar a hablar de horarios, de cansancio, de silencios.
Al principio, todo era simple,
desayunos eternos, risas tontas, mensajes que llegaban antes incluso de que los pensaran.
Pero las cosas sencillas siempre encuentran una forma de volverse complicadas.
Ella empezó a guardar palabras en los cajones, como quien esconde cartas viejas para no tentarse a leerlas.
Él fingía no notar la distancia,
creyendo que con querer bastaba,
creyendo que aunque con alguna tara,
las cosas se estaban haciendo bien.
Pero el amor, cuando se estira demasiado,
se puede romper.
Así que, ella empezó a mirar por la ventana como si afuera hubiera una vida que todavía no le pertenecía, pero que la llamaba.
Él empezó a mirar el reloj, temiendo que cada segundo que pasaba era un paso más hacia el final.
La casa se llenó de palabras que no decían nada,
de conversaciones aplazadas,
de promesas que se volvían polvo antes de salir de la boca.
Lo que parecía inevitable, se hizo realidad.
Ella se fue. Sin promesas.
Sin despedidas largas.
Él se quedó mirando como la puerta se cerraba.
Como si fuera un telón de teatro bajado antes de tiempo.
Meses después, encontró una nota escrita para su 48 cumpleaños,
Le removió tanto que no supo si esconderla,
hacerla pública o hacerla desaparecer.
Entonces, suspiró, tomó en su mano un bolígrafo y escribió una frase final,
como quien cierra una puerta que no lleva a ninguna parte.
Una historia increíble con un final de mierda.
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Autor:
Cosas que nunca os he dicho... (
Offline) - Publicado: 17 de noviembre de 2025 a las 09:14
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 3

Offline)
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