Memoria de Momentos

Memoria de los Momentos 

Anhelo en mi alma un remanso de calma,
donde el bullicio del mundo no llegue a mi puerta,
donde el valor de los días no lo marque la riqueza,
sino el susurro apacible que la conciencia acepta,
ese tesoro invisible que ninguna moneda compra.

Mis placeres se encuentran en la mañana silenciosa,
mirando cómo la luz dibuja suaves contornos,
disfrutando el calor simple de una infusión aromática,
en el abrazo sincero de aquellos que adoro profundamente,
y en la sonrisa tranquila que nace desde dentro.

Camino junto al océano en la hora del amanecer,
escuchando el apagado canto de las olas serenas,
observando los colores que pinta el sol naciente,
sintiendo la inmensidad que borra toda pena,
encontrando en ese instante un consuelo perfecto.

La ostentación y el ruido de lo material y superficial,
las etiquetas vacías y los veloces coches,
son ecos que se disipan lejos de mi horizonte,
porque no dejan huella en mi corazón ni consuelo,
solo polvo que se lleva la primera brisa fresca.

Atesoro los secretos que una mirada guarda,
la conversación sentida que se alarga en la noche,
la complicidad que nace de un silencio compartido,
esos lazos verdaderos que fortalecen el alma,
y con su sola existencia me colman de alegría pura.

Mi mundo es pequeño, hecho de detalles minúsculos,
del canto de un pájaro posado en la ventana,
del olor a la tierra mojada por la lluvia,
de un libro entre las manos y el tiempo que se detiene,
de la certeza humilde de tener lo necesario.

Por eso renuncio al brillo de la falsa abundancia,
a la carrera ciega por tener más oropeles,
mi fortuna se mide en latidos y en momentos,
en la paz que habita en este corazón sencillo,
en la belleza austera de vivir con lo que basta.

Y al final del camino, cuando mire hacia atrás,
no buscaré montañas de bienes acumulados,
sino el rastro de instantes que dieron luz a mi historia,
las risas compartidas y las manos unidas,
ese será el legado de mi existencia entera.

—Luis Barreda/LAB