LA ESPADA GUARDADA

Solo hay mares que acallan
lo que nunca despertó.
La rabia impávida se palpa
en lo que nunca sucedió.

Hoy partes con la espada guardada,
esa que no rompió el ardor.
A pesar del intento, no hubo tensión,
y qué ingenua mi voz
al no entender tu sabor.

Hoy volvemos al mar de calma,
esa que transforma almas:
tú, viajero de versos,
y yo, errante sin miedo.
Paso a paso, el hielo
se transforma en fuego.

Viajante, sigue tu camino;
no hay tacto en mis manos,
no hubo tregua:
la batalla terminó…
O tal vez, nunca empezó.

Tic-tac hace el reloj;
porque la pausa
nunca será redención.

Y aunque las entrañas aprieten,
duelan y nublen la mente,
encontrarán su propio lugar,
su rincón ardiente.

Y cuando las piernas ya no pesen
y el fuego palpite,
enterrarás la espada;
con una leve sonrisa
me recordarás
y sabrás —por fin—
lo que siempre quisiste.