El poeta abre su alma
para dar cuenta de un agua que lo inunda todo.
No es un agua cualquiera:
es llanto puro,
que desbordando los ríos interiores
da testimonio de una tristeza
que va más allá de la emoción.
Las lágrimas bajaron por la mejilla
y comenzaron a poblar la tarde de notas tristes,
como si un torrente subterráneo fluyera dentro de un cuerpo
que estaba a la deriva,
porque ya no estaban aquellos
que necesitaba para volver a sonreír.
No era que lloraba,
era un gemido que evocaba el universo entero,
con nubarrones grises
que daban vueltas por el cerebro
y luego se diluían en sollozos
sobre una piel oscurecida.
Los ojos, plateados por la humedad de las lágrimas,
no podían distinguir las claridades;
un oscuro panorama golpeaba el corazón
en un vaivén entumecido
que tornaba todo en una melancolía extrema.
No había nadie que le ofreciera un pañuelo,
y un eco solitario balaba una canción triste,
como un adiós;
como un ensueño cubierto por una tristeza inmensa
que desgarraba el alma.
Las palabras salían del silencio
como florecidas rosas negras
que opacaban el paisaje eterno de un verso,
un verso vestido con el llanto de un ser
que se desvaneció
en el intersticio de un poema triste.
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Autor:
edgardo vilches (
Online) - Publicado: 14 de noviembre de 2025 a las 09:06
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

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