Un corazón afligido se acompaña de un suspiro que se niega a olvidar. Sabe llorar sin parar; y perdonar nunca ha podido, viviendo así compungido en un abismo sin final.
Un corazón que fue herido, late lento y adolorido sin atreverse a parar; con la esperanza de encontrar, una mano generosa que ponga un dedo en la llaga y le ayude a sanar.
Un corazón que se hace el fuerte, y que vive al asecho; se cree con el derecho de proteger sus heridas, las que tiene a escondidas y que nunca han de sanar.
Ya no late en el pecho, pues fue arrancado de cuajo; fue tirado a un lado y pisoteado mil veces. En él, el pasto nunca crece y su manantial se ha secado.
Un corazón devastado sólo conserva recuerdos que nunca llega a olvidar: la soledad y el abandono, la voz fuera de tono que lo dejó maltratado.
Vive siempre asustado, presintiendo una traición, convirtiendo cualquier canción en un grito de guerra. Esta seguro que en la tierra alguien sembró el sufrimiento.
Vive así en un lamento que nunca, nunca termina. Contando aún las espinas que lleva clavada en el alma. Vive angustiado, pero en calma, suspirando y moribundo; porque hace tiempo perdió el rumbo que lo conducía hacia el amor; pues mira si fue mala su suerte, que cuando se atrevió a amar, fue condenado a la muerte.
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Autor:
Pedro Pérez Vargas (Seudónimo) (
Online) - Publicado: 13 de noviembre de 2025 a las 12:45
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

Online)
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