PERDER PARA ENCONTRAR

I_KENNETH

Mi mayor miedo,

era verte con otro,

ver tu risa —mi antigua casa—

brotando en labios que no son los míos.

 

No me dolía perderte,

me dolía imaginar

que alguien más descubriría

la arquitectura secreta

de todo lo que yo amaba de ti.

 

A veces me pregunto

si él sabe

que aún sonríes igual,

como cuando tus pupilas

eran mi amanecer diario.

 

Mentiste tantas veces,

susurrando que ya no importaba,

mientras tu piel aprendía otros mapas

y mi alma se rompía

en silencio.

 

No me dolió verte feliz,

me dolió no ser parte

de esa felicidad que soñé contigo.

 

Hoy otro tiene la calma

que yo perdí intentando entenderte.

Yo cargo tus promesas viejas,

mientras tú bordas nuevas

en almohadas ajenas.

 

Mi mayor miedo se volvió carne,

y aun así,

sigo fingiendo que no me importa.

 

Aprendí que el amor no muere

al mismo tiempo para los dos.

Que uno entierra con flores,

y el otro

con preguntas que no se responden.

 

Busqué tus ecos

entre las sombras de mi cuarto,

inventé formas en las que me decías

“sigo aquí”,

mientras tú ya habitabas

otros brazos.

 

La vida separa a veces

lo que el corazón no puede soltar.

Y está bien.

Porque el dolor, cuando quema,

también limpia.

 

Aunque me duela verte amar a otro,

sé que ese dolor

fue el último peldaño

para soltar lo que una vez me sostuvo.

 

Ten la certeza:

te amé de verdad,

aunque eso no bastara.

 

Cada amor tiene su espejo,

y el mío reflejó tu ausencia.

 

Solo espero

que él te mire

con los mismos ojos

con que yo te inventé.

 

Sigo amando,

pero ahora sé

que amar no siempre es quedarse.

Que lo nuestro,

si seguía,

habría sido una bomba

con fecha incierta.

 

Tu falta de empatía

fue mi espejo roto.

No escuchabas,

solo traducías el mundo

a tu beneficio.

 

Yo era el hombre:

sin lágrimas,

sin espacio,

sin tregua.

 

Nuestras charlas de a dos

se convirtieron en monólogos tuyos.

Y ahí me perdí.

No sabía si mis palabras

eran fuego o error.

 

No lavé bien la loza,

ni doblé bien la ropa,

ni ordené bien los juguetes

de nuestro hijo.

Pero di amor,

y eso no lo sabes medir.

 

Me descartaste como servilleta vieja,

sin remordimiento,

sin mirada atrás.

 

Y ahora,

te veo —renovada, brillante—

y me pregunto si el brillo es real

o solo el reflejo de tu nueva máscara.

 

Gracias, aun así.

Porque tus ruinas me devolvieron el alma.

 

Gracias,

porque en tu egoísmo

entendí mi valor.

 

Aprendí que soy intensidad pura,

que siento con la fuerza del mar,

que mis emociones no son debilidad,

son arte.

 

Gracias,

porque tu ausencia

me dio la palabra.

 

Hoy escribo,

y en cada verso

me reconstruyo.

 

Seguiré siendo yo,

con mi familia,

mi hijo,

mis amigos,

mi caos,

mi paz.

 

Porque la vida, al final,

no se trata de ganar o perder amores,

sino de no perderse a uno mismo

por intentar amar al otro.

  • Autor: Kenneth (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 13 de noviembre de 2025 a las 06:40
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 3
  • Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z.
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.