Hojas nuevas

Ricardo Castillo.

«Retornando a la vida
y la muerte
en cada instante.
»
RC

Silencioso y vertiginoso, el tiempo se posa sobre nuestra carne.
Hemos llegado hasta aquí con la piel hecha jirones, tras una larga caminata por la hora crepuscular, cuando el cielo nos envuelve en silencio y seguimos una voz interior — una esperanza, un destino al que no deseamos llegar — solo para seguir andando, aferrados a esa idea que nos sostiene, que nos consuela.

En el camino vimos parajes hermosos, vestidos de radiantes colores: azules, verdes, naranjas.
Y más tarde, cuando el día se apagaba y una estación de radio propiciaba el encuentro con nuestra melodía, los tonos oscuros se mezclaban lentamente en el lienzo, revelando destellos milenarios de estrellas muertas.

Fascinante, cuando se intenta comprender con la razón; pero mayor aún cuando se vive, cuando las minuciosas cuestiones de la mente no interrumpen el deleite.
Todos tenemos preguntas, y a todos se nos han negado las respuestas.
Nadie puede decir con certeza: «aquí comenzó todo, esto somos, hacia allá vamos».

Nuestra naturaleza es incertidumbre; cualquier afirmación es una verdad que solo respira dentro de nuestra mortalidad.
He pasado mi vida perfeccionando preguntas, interiorizándolas, convirtiéndome en ellas.
¿Puede el hombre volverse idea, disolverse en lo intangible?

Estoy seguro de que sí, pero a costa de extraviarse, de desprenderse del mundo, de perder contacto con lo vivo, de no poseer nada — ni un solo apretón de manos — ; perdido en la abstracción, muriendo en sí mismo.
A ese costo.
Y no lo digo por orgullo, sino por lamentación: breve, transitoria, como un puente hacia otros destinos.

¿Nos preparábamos ya desde el principio para algo mayor?
Este viejo camino del que hablo, esta urdimbre de hilos tensos antes del amanecer, aún sin pasar por el telar, promete prendas nuevas para vestir.
Y ahí renace la esperanza: se levanta desde el pesimismo hacia su contrario, como la máxima del hombre nuevo — aquel que muere para volver a nacer.

Por eso ahora afirmo: estoy convaleciendo.
Muriendo en el hombre viejo, mudando carne y espíritu para nacer de nuevo, usando por ahora mis viejas palabras, que pronto echaré al fuego.
Soy un equilibrista sobre cuerdas escoradas, y sé que caeré, alegremente derrotado.

«Como un clavadista
cayendo desde lo alto
de un trampolín
hasta el secreto de la savia.
»

Noviembre me ha alcanzado otra vez.
Yo quería alejarme de él, pero es imposible cambiar el curso del viento, imposible deshacer lo que ha hecho.
Sí — me repito con mi voz, con mis actos — , imposible no tender hacia el desorden natural de las cosas:
impedir que un cubo de hielo se derrita en el agua, impedirme avanzar hacia el lugar adonde camino sin saber.

Ese lugar que es fin, pero también principio.
Esa linde donde se extinguen la sed y las palabras.
Donde todo es nuevo.
Otra vez.

Ricardo Castillo

De: La hora crepuscular (2025)

  • Autor: Axioma (Seudónimo) (Online Online)
  • Publicado: 13 de noviembre de 2025 a las 02:49
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 1
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