Destinados A Coincidir.

Tal vez el universo siga girando
sin detenerse en nuestro recuerdo,
tal vez el destino, caprichoso,
nos haya llevado por sendas distintas.
Pero hay algo que no cambia,
algo que ni el tiempo ni la ausencia
han sabido borrar:
el eco tuyo que aún habita en mi alma.

Fuiste mi casa cuando todo era frío,
mi refugio cuando la vida dolía.
En tus brazos aprendí
que amar no siempre es tener,
que a veces el amor
se queda suspendido entre dos almas
que no supieron coincidir del todo,
pero tampoco pudieron olvidarse jamás.

Tu nombre aún late en mi pecho,
como un rumor sagrado,
como un verso que no termina,
como una herida que aprendió a ser melodía.
Porque aunque la distancia
nos haya desvestido de promesas,
sigues siendo ese pensamiento dulce
que vuelve cuando calla la razón.

¿Cómo se deshace un amor así,
uno que nació después del caos,
cuando las ruinas eran hogar
y aun así floreció la ternura?
No se puede.
Hay amores que no mueren,
solo cambian de forma,
se vuelven aire, memoria,
una luz que acompaña sin tocar.

Y aunque hoy camines lejos,
sé que alguna parte de ti
aún me busca en silencio,
como yo te busco en el viento.
Porque hay almas
que no se despiden nunca,
que se reconocen más allá de la piel,
más allá del tiempo,
más allá de la vida.

Y si acaso el universo conspira de nuevo,
si en otra vuelta del destino
nuestras miradas se cruzan,
no será reencuentro,
será continuidad.
Porque lo nuestro, amor,
no tuvo final:
solo pausas.