Peripecias del hada Titania (X)

Salva Carrion

 

 

El Fresno Silente y el Corazón de Madera

 

 

El Bosque Nevado respiraba la quietud solemne del mediodía. Un tapiz de ocres y verdes intensos se extendía hasta el horizonte, bañado por un sol de vaporosos reflejos naranjas.

Titania, con su media varita firmemente sujeta, sobrevolaba el Dosel Viejo, la sección más antigua y venerable del bosque, donde los árboles sostenían los pilares de su historia.

La paz que imperaba hasta ese momento fue invadida por un repentino y discordante zumbido cavernoso que rompió el respetuoso silencio. Era un pulso lento, grave y profundo, que parecía ascender desde las mismísimas entrañas de la tierra hasta las altas copas de los vetustos árboles.

Al descender de su vuelo, Titania encontró a su amigo, el leñador, de hombros anchos y barba recia, un hombre tan conocido por su fuerza descomunal como por el profundo respeto que profesaba a todos los seres del bosque. Estaba de pie, contemplando con el ceño fruncido un enorme Fresno Silente que presentaba un aspecto inquietantemente inusual.

—Titania, ¿has oído eso?—, preguntó el hombre, señalando el tronco. Su pesada hacha, que normalmente manejaba con una delicadeza sorprendente para afrontar los duros trabajos, yacía a sus pies como una fiel amiga—. Suena... suena como el latido de algo moribundo…

En efecto, un suave pero constante “thump-thump” sonaba desde el interior del viejo fresno. El árbol, que debería vibrar con la vigorosa savia de la vida, se sentía extrañamente agotado, vacío. Sus hojas, aunque aún verdes, estaban mustias y carecían del brillo vital que sí adornaba el ramaje de sus vecinos. Era como si el gigante hubiese caído en un profundo y alarmante estado de inconsciencia.

Titania se acercó y posó su mano sobre la corteza rugosa. Percibió una voluntad adormecida, un pulso lento que delataba un vacío preocupante. Intentó invocar una chispa de magia con su media varita, pero la luz que emitió fue débil y parpadeante, como si el alma exhausta del fresno la estuviera absorbiendo.

—No es un latido de vida, amigo —dijo Titania con el ceño fruncido—. Es un eco, un lamento endeble. Este fresno se ha quedado sin el vigor acumulado de los siglos. Está entrando en un profundo letargo, y si no lo despertamos enseguida se consumirá rápidamente.

El leñador palideció. Los altos fresnos eran los pilares del Bosque Nevado, los anclajes de la vida forestal y climática. Si este caía, la estabilidad de todo el arco verde se vería comprometida.

—Pero, ¿cómo?—, preguntó el leñador, atusándose la barba—. Los árboles nobles no se "apagan" de esta manera tan repentina.

Titania recordó entonces los antiguos relatos de una desaparecida ninfa guardiana del bosque. Los fresnos necesitaban alimentarse de "Corazones de Madera", pequeños nódulos mágicos que crecían en las raíces de los árboles más ancianos. Solo una fuerza pura y noble podía extraerlos y activarlos. El problema era que estos corazones eran increíblemente raros y su ubicación seguía siendo un gran misterio.

El hada y el leñador, confiados y llenos de esperanza, se involucraron en la búsqueda. Titania usó su varita para detectar vibraciones extraordinarias, mientras el hombre, con su sabiduría, indagaba en los murmullos de las raíces y la geografía subterránea.

Después de horas de búsqueda infructuosa, la media varita de Titania vibró de repente con más fuerza de lo habitual, había detectado un punto que señaló con euforia.

Guiados por ella, llegaron hasta una pequeña gruta escondida bajo las retorcidas raíces de un añoso sauce llorón. Allí, incrustado en la tierra húmeda, encontraron un objeto que parecía una piedra lisa y pulida, del tamaño de la palma de una mano de Titania. Era de un color ámbar translúcido, con finas vetas semejantes a líneas doradas: habían hallado uno de los misteriosos Corazones de Madera.

Pero el nódulo estaba inerte, frío al tacto, con su luz interior prácticamente extinguida.

—Necesita fuerza, Titania. Una fuerza pura y noble para encenderse—, dijo el leñador, con su voz grave resonando en la pequeña gruta.

Titania tuvo una idea. Recordó la destreza del leñador con el hacha; una fuerza sólida suavizada por la precisión y el ritmo constante de sus brazos. Al partir la madera para obtener leña, sus golpes resonaban con el pálpito de toda la floresta.

—Mira—, dijo Titania, sus ojos brillando con una chispa de inspiración—. Tú no solo cortas árboles secos. Tú los conoces, sientes su aliento. Tu experiencia y conexión con la vegetación puede despertar este bulbo.

Con extrema cautela, el leñador tomó el Corazón de Madera en sus manos. Era más pesado de lo que parecía. Titania se desplazó con un ligero vuelo a su lado, lista para guiar la energía con su varita.

—No lo golpees para romperlo—, dijo ella amablemente—. Siente su pulso íntimo, su alma en tus manos, y la fuerza que le darías al podar un tronco para obtener su cálida naturaleza.

El hombre cerró los ojos. Respiró hondo, concentrándose. Luego, con una lentitud y cadencia deliberadas, comenzó a golpear el Corazón de Madera contra la palma de su otra mano, como un tambor chamánico. “Thump-thump-thump”.

Al principio, no se sintió nada. Pero a medida que el leñador mantuvo esa cadencia firme y poderosa, un pálpito estable y lleno de propósito comenzó a vibrar. Una incipiente luz ámbar brotó de sus vetas, latiendo al compás de los golpecitos del leñador. Titania, con su media varita, canalizó ese poder naciente, dirigiéndolo como un hilo reluciente hacia el Fresno Silente que yacía dormido.

El “thump-thump” del fresno se fue contagiando de la llamada, aumentando su fortaleza y respondiendo a la sinfonía vital que el leñador le infundía. La luz del Corazón de Madera se intensificó, emergiendo más poderosa con cada golpe de percusión. El leñador estaba insuflando su propia vitalidad y veneración hacia la naturaleza en aquel objeto de salvación oportuna.

Cuando el hombretón detuvo sus cadentes golpes, el Corazón de Madera empezó a irradiar una luz dorada y cálida, llena de un brío contagioso. Juntos lo llevaron al pie del Fresno Silente. Con un fino gesto de la varita de Titania y un ademán firme del leñador, el Corazón de Madera se hundió suavemente en la blanda tierra, alcanzando las raíces internas, como un trasplante vital.

Al instante, el lamento “thump-thump” del fresno se transformó en una cadencia vibrante y enérgica. Las hojas del Fresno Silente se agitaron con renovado dinamismo, y una sutil luz esmeralda pulsó desde su tronco hacia el exterior, expandiéndose por todo el Dosel Viejo. ¡El Fresno había despertado!.

El leñador se limpió el sudor de la frente; una mueca de satisfacción genuina se dibujó bajo su barba. Titania revoloteó a su alrededor, notablemente radiante de alegría.

—¿Ves?—, dijo ella, con una risa cristalina—. Tu destreza no es solo necesaria para derribar lo viejo; también lo es para nutrir.

El leñador asintió. Ambos habían aprendido que la vida reside en la armonía que sustenta el ritmo de la naturaleza.

 

 

*Autores: Nelaery & Salva Carrion

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  • Autor: Salva Carrion (Offline Offline)
  • Publicado: 12 de noviembre de 2025 a las 10:08
  • Comentario del autor sobre el poema: Autores: Nelaery & Salva Carrion
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 4
  • Usuarios favoritos de este poema: Salva Carrion
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