Somos pedacitos.

No solo nos vamos quedando solos, nos volvemos pedacitos de cada una de las personas que se van, así sea en la vida, así sean separaciones, alejamientos.

Y nos metemos en el mundo del ayer cuando compartíamos tanto tiempo como experiencias, cuando las horas eran pocas al hablar y los días eran años, también cuando solo vemos a los que amamos en frías fotografías, viejas del ayer que nos unió a todos tal vez como familia, como sociedad, como planeta. 

Este mundo que cada vez nos aleja más del cercano por acercarnos al lejano nos deja solos también cuando no está ninguno, ni el recuerdo queda de estos seres que un día fueron importantes. 

Los recuerdos dependen de los buenos momentos que se compartieron, hay personas que jamás olvidamos porque fueron la vida en todo el contexto de la palabra, otros se van volviendo olvido, ya sea porque la vida nos ocupa y esos bellos momentos compartidos ya no son más y hasta el olvido se los lleva. 

La vida nos pasa a todos, no por igual tal vez, pero se va y un día te ves sin esas personas que te hacían sentir, además de amado, importante y hasta único, pero...

¿Y qué podemos hacer? Cuando la realidad nos va atrapando en su día a día, nuevos afanes, nuevos rumbos, nuevas compañías, porque solos por tanto tiempo no se puede estar y así de la nada somos otras personas totalmente irreconciliables al ayer y tan nuevos al hoy. 

Al final solo importa eso, el presente, el ayer, como dije, pasa y se vuelve nada en la mente a menos que se haya sembrado bien y en buena tierra, pero si dejas que todo esto que un día sembraste lo dejaste ahí tirado a su suerte sin cuidarlo… Muere. 

El ayer nos ha dejado solos, el amor de ayer es solo un soplo de ese aire que un día respetaste y solo quedan en ti los buenos aromas en tu ser que tu corazón ama y siempre cuidará como lo que es, un tesoro. 

Y esos pedacitos en tí. 

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Soledad Luna. Anna.

Noviembre 11. 2025. 

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