El murmullo ensordecedor
de los pensamientos rumiantes
me acechan, me persiguen,
me previenen, me alejan.
¿De qué?
¿De quién?
¿Si no es?
¿Y si sí?
Escenarios ficticios
ensayan propuestas
a ilógicas preguntas
y cuestionables respuestas.
Por cada respuesta,
una nueva pregunta.
Ese ciclo se repite
una vez,
y otra vez,
y otra vez...
Hasta que, mágicamente,
desaparece.
Por un tiempo,
el suficiente
para no agobiarte,
pero verte estresado;
para no perderte,
pero sabiendo que puede
volver cuando quiere;
para hacerte sentir:
vulnerable,
careciente,
insuficiente,
padeciente.
Nada ni nadie te salva.
Ni siquiera vos.
O mejor dicho,
todo te salva:
cada pequeño detalle,
cada pequeño logro
que no comparaste;
cada uno de tus esfuerzos
que antes
no valoraste.
Te salvás vos
y tu amor propio.
Te salvás vos
y el amor del prójimo.
Te salvás vos
y los gestos desinteresados
de héroes anónimos.
Te salvás vos:
y tus ganas de ser mejor,
de ver bondad en los otros,
que muchas veces confunden
con ser ingenuo o sonso.
No es una lotería
—aunque no estaría mal
ganarse el gordo de Navidad—,
pero no funciona así.
Son los pequeños triunfos,
los cotidianos, los imperceptibles;
ese uno a cero
en el minuto noventa,
con un gol de contragolpe
que nos permite ganar
el superclásico
de la batalla interna.
Y mañana, otro desafío.
Y pasado, otro.
Y otro.
Es una montaña rusa
de anhelos y sinsabores,
de alegrías y frustraciones.
Todo para entender,
a la fuerza,
a los golpes,
sin anestesia,
de qué se trata la vida.
-
Autor:
Sebastian Mena (
Offline) - Publicado: 11 de noviembre de 2025 a las 09:36
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

Offline)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.