El Arte de Vivir

El Arte de Vivir

Se construye la vida con paciencia y calma,
caminando con tino por la senda que avanza,
bebiendo cada instante que el destino nos brinda,
tejiendo con esmero la esperanza más linda,
abriendo el corazón a la luz de la mañana.

Se va formando el alma con los frutos del día,
escuchando el silencio de la noche que guía,
acariciando el viento, contemplando el paisaje,
sintiendo en el pecho un profundo mensaje,
aprendiendo del río que hacia el mar se desvía.

Somos labradores de un terreno fecundo,
cuidamos la semilla que se esconde en el mundo,
regamos la verdad con nuestras propias manos,
quitamos la maleza y los yermos agrestes,
esperando la espiga que alimenta lo futuro.

Se forja en el trabajo de cada semana,
en la lucha callada que a nadie acompaña,
en el sudor que brota de la frente sincera,
en la meta que espera más allá de la acera,
en la fuerza que nace cuando el alma no flaquea.

Se edifica sufriendo, mas sin soltar el brillo,
aferrándose siempre a un pequeño candil,
confiando en el alba que nace tras el frío,
buscando en la tormenta un destello de sigilo,
creyendo que la sombra también tiene su designio.

Se va tejiendo amando, es la única labor,
entregando el abrazo que calma cualquier dolor,
sembrando la bondad en el suelo del vecino,
curando las heridas con un gesto divino,
llenando el universo de un verbo tan carmesí.

Se vive en lo sencillo, en el detalle humilde,
en el café compartido, en el juego de un niño,
en la charla sin prisa, en el pan que se parte,
en la mirada limpia que todo lo comparte,
en el latido quieto del amor en su nido.

Caminante, avanza sin temor al porvenir,
entrega tu semilla sin pretender seguir,
que el universo guarda tu afán de dar sin medida,
y en ese gran viaje de entrega y de salida,
se forja el milagro de haber podido existir.

—Luis Barreda/LAB