LA MISERIA Y EL AMOR

Roel De Olvido

“Mi doña”. Así le decía Raúl a su esposa, él decía; “Mi doña”, con un tono de dulzura dolorosa en la voz, con una mirada frágil, como de un alfeñique y sus manos se entrecruzaban sobre el espacio en donde se encuentra la boca del estómago.

Cuando Raúl decía “Mi doña”, yo entendía “El amor de mi vida”, cuando él miraba al cielo, yo miraba una súplica, y él me decía “Ella tiene cáncer”, yo escuchaba “No sé qué voy hacer sin ella”.

Raúl me hablaba de su compañera, él decía que para él la situación en la que estábamos era muy cansada, él siempre me ayudaba y yo lo ayudaba a él, trabajamos hombro con hombro doce horas diarias, levantando cajas, estibando, traspaleando, solos, en un almacén de fármacos caducados, al salir yo le llamaba al celular a mi novia y le decía “Te amo”, y Raúl se iba corriendo a tomar el microbús para viajar al otro lado de la ciudad de Puebla, desde Paseo Bravo a más allá de los barrios populares del Estado.

A veces yo no comía por no dejar solo a Raúl, a veces llevaba dos tortas para compartir con él, pero Raúl no probaba ni un solo bocado porque decía que su Doña no podía comer y si ella no comía él tampoco lo haría.

Un día le dije a la mujer que yo amaba, que haría lo mismo por ella, que la cuidaría y que daría todo por ella, le prometí nunca dejarla sola, prometí darlo todo aún cuando ya no tuviera fuerzas, aún cuando el cielo se quedara sin estrellas.  

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