Estábamos tú y yo, y la noche
disfrutando de aquel derroche,
que fueron nuestros besos
que inspiraron a estos versos,
a escribirte sin temores
a la espera de los albores
y de la cándida huella
que tu mirada me deja
en el alma y sus alrededores.
Estábamos tú y yo, y la madrugada
sin decir ninguna palabra
acechando lo imposible
de una manera risible
que gobierna la calma
y tus manos que me atan
a los mares de forma invisible
y al mirarme me siento invencible
y nosotros siendo una llamarada.
Estábamos tú y yo, y el viento
que susurra mi oído con tu acento
que persigue tu oído y te atrapa
así como lo hace la mañana
cuando el romance está pronto
y muy desde el fondo
mi corazón salvaje te clama
con la simpleza de la palabra
tus labios me rinden un te quiero.
Estábamos tú y yo, y el deseo
y al aire nuestra palmas en el cielo
y en la tierra, nuestros cuerpos
juntos sin remordimiento
esperando el fin de nuestra dicha
aunque temporal es bendita
nunca se apagará el fuego
que hace cenizas cualquier ego
cuando de un beso se propicia.
Estábamos tú y yo, y el tiempo
alejados de la realidad y el hecho
conociendo a tu lado la luna
y de este amor que procura
surgir como lo hace el trueno
ese que ruge con estruendo
dándo un golpe de conciencia y ternura
así que no existe ninguna
como tú, la mujer que tanto quiero.
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Autor:
David Pech (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 9 de noviembre de 2025 a las 01:49
- Categoría: Amor
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., William Contraponto

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