EL INVESTIGADOR DE LA MÁSCARA DE PLATA EN...
Sobre cómo hacen sonar los grillos sus guitarras
y el cantar oculto de los álamos
La mañana se escondía presurosa. Al son de las hojas otoñales garuaba sobre el bosque. Tsoreto asistía a todo desde la tensión de aquel grueso cordón de sisal que intentaba ahorcarlo.
Atascado contra el cordel asesino, sin más freno que una rebaba automática instalada a ese efecto en el borde inferior de la máscara, pendía pensativo.
Mondonguete Milano –hermano italiano del difunto Mondonguete Yein- acababa de matar al Intendente de Pehuajó. Previendo la aparición del detective, había preparado una ingeniosa trampa que ahora mantenía a Iemepé al borde del final.
Con el policía observándolo todo, Mondonguete sacó del baúl al mencionado funcionario, lo ató mediante flecos de piel y músculos que fue deshilándole, y comenzó la tarea extractiva.
Ingresando por el ano, con las manos cubiertas de látex había completado una minuciosa labor. Primero fue extrayendo el intestino grueso; a continuación el delgado y para finalizar el estómago y esófago. Se ayudaba mediante cortes realizados por fuera con los que separaba epitelios, y se abría paso hacia la evacuación digestiva total.
Al igual que su hermano, Milano amaba los órganos.
Una vez fuera todos ellos, finalizado lo que quedaba del estirado lamento gemido por el jefe municipal, cortó las tubosidades y anudolas entre sí. Más tarde cercenó la cabeza y abrigándola con los interiores gástricos sonrió.
-¡Qué horrenda belleza! ¡Qué delicia!- exudaba en cerrado italiano.
Para culminar quemó los restos y se llevó dentro de un balde su obra de arte estomacal.
Iemepé lagrimeaba por no haber podido detener semejante acto. Sin duda el delincuente hubo dispuéstolo todo allí, para vengar de alguna forma la captura y defunción de su pariente americano.
-¡Ahora le toca a un periodista!- avisó por la ventanilla mientras ruteaba rumbo a Buenos Aires.
...
Tsoreto debía hacer algo, pero sin moverse mucho. Si aquella cuerda áspera zafaba, le restarían segundos de vida.
Los nombres usados por ambos Mondonguetes, junto con sus fotos, direcciones e importantes datos para rastrearlos, habíalos conseguido ampliando el microfilm que hace tiempo rescatara de entre las flemas expectoradas por el esposo de un matrimonio criminal. Estos dos ahora estaban presos, pero allí no residía la llave que buscaba.
Esa pista salvadora estaba también en el microfilm. El primer malhechor de la larga lista se oía como Hortencio Quikedd, apodado Pepe Grillo. A éste se le incriminaban veinticinco asesinatos.
Según se creía, el hombre recaudaba información empleando grillos mensajeros.
Iemepé intentó pues comunicarse con estos insectos. Ya era de noche cuando lo intentaba y cientos de ellos sonaban sus chirridos.
No le fue fácil, pero de mucho probar obtuvo so grande maravilla: todos los insectos cercanos callaron. Tsoreto hablaba justo en el mismo tono que los grillos y notó que todos repetían lo que dijera.
Así permaneció hasta la mañana, reiterando una y otra vez la misma secuencia en Morse: -/.../---/.-././-/---//./-.//.--././.-../../--./.-./---//.--././..../..-/.-/.---/---///
Esa tarde cuando el investigador había casi perdido las esperanzas y buscaba otra urgente solución, degustó el raudo frenar de un patrullero. El canto de los grillos se había pasado de unos a otros llegando hasta los oídos de sus compañeros.
-¡Aguanta!- le urgió Pérez mientras lanzaban sogas y trepaban para quitarlo de allí.
Cuando estuvo abajo comió unas medialunas calentitas y se bebió el agua del sapito del patrullero.
De camino a Capital, intercambiaron hipótesis sobre quién sería el periodista hasta que Iemepé ordenó regresar. Durante la noche, ayudado por el silencio que hacían los bichos para permitir transmitir Morse al coro grillezco, había logrado oír cómo los álamos de los que pendía, charlaban entre sí con el ulular del viento.
Las palabras arbóreas sonaban a canto, pero el inteligente detective, que conocía multitud de idiomas extranjeros, había comprendido aquel lenguaje.
-Volvamos que los álamos hablaban del futuro cuando nos vinimos. Rápido; demos la vuelta- esas frases locas hubiesen sido tomadas por frases locas realmente, de no ser porque quien las originaba era el legendario y muy respetado policía.
Los álamos seguían allí. Y Tsoreto dijo: uhuuú... fsssh... u...
Desde lo alto, con la sabiduría guardada en cada estoma del follaje, respondieron: uiuiuuúu... suuuu...
-Es la periodista de canal seis que conduce el noticiero vespertino- tradujo Iemepé. –¡Partamos!
Sin entender nada, el Cavo que conducía le cedió el volante. En unas horas arribaron a los estudios televisivos, justo cuando Mondonguete Milano se colaba por un portón lateral.
Tsoreto bajó, corrió y asiéndolo por el cuello le tapó la nariz. Con un certero golpe de puño le molió la dentadura para evitar que lo mordiera y ubicó la boca abierta del delincuente frente a su franja internalgar.
Hecho esto, el detective expulsó tremenda flatulencia. Milano se hinchó como globo y reventó por el ombligo. Del mismo salió disparado cual dardo un objeto que deseaba regalar a su querida amiga, la Sargento Silvina Pérez.
-Aquí tienes lo que faltaba de tu dedo mayor- le dijo entregándole el obsequio en una cajita aterciopelada.
...
-Aunque no me lo lograron reinjertar, su intención fue buena- le informaba la Sargento al comisario una vez concluido el caso.
El delincuente maltrecho fue encarcelado y tras las rejas pasó el resto de sus días. Los dos asesinos de la modalidad estómago-bolsa ya no azotaban las calles; el europeo ahora y el americano desde tiempo atrás.
Esta vez Tsoreto no había sospechado y la clave de la cuestión casi termina ahorcándolo, pero el lado luminoso de la ley había triunfado nuevamente y el Investigador de la Máscara de Plata continuaría haciendo justicia.
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Autor:
Gustavo Affranchino (
Offline) - Publicado: 9 de noviembre de 2025 a las 00:04
- Comentario del autor sobre el poema: Crítica literaria de Justo Aldú: El texto fluye como una pesadilla cómica: vísceras, grillos mensajeros, árboles que profetizan, detectives que dialogan con la naturaleza y un villano que convierte el horror en estética. La voz narrativa mantiene un ritmo de fábula macabra, con ecos de Macedonio Fernández, Felisberto Hernández o el cine de Jodorowsky. Hay en él una parodia de los géneros —el policial, el fantástico, el gore— que termina siendo una reflexión sobre el lenguaje mismo: cómo el sinsentido, a veces, es el modo más lúcido de contar el mundo. Un texto desmesurado, original y deslumbrante por su imaginación y su desparpajo.
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: Tommy Duque, JUSTO ALDÚ, AnnaSerena28, benchy43, Alma Eterna, Hernán J. Moreyra

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