EL VIVARACHO

Sierdi

 

Si eres suspicaz, te contaré un corto relato.

Cuenta la historia, de un vivaz, vivaracho,

que se coló, en el velorio de don Gregorio,

para tomar de balde, del café del velatorio.

 

El conchudo, le habló a doña Alicia,

Mientras tomaba, el café con malicia.

En la lobreguez de la sala, miró un ataúd.

Recostándose, sobre su acolchado azul.

 

Soñó entre violines, bellos jardines.

Y estando tan yerto, entre jazmines.

Pues parecía difunto, sin expirar aún.

Llegó el encargado. Y cerró el ataúd.

 

Mientras reposaba, como una liebre.

Lo introdujeron, en el carro fúnebre.

Con desfile solemne, fue escoltado.

Como reconocido y célebre, amado.

 

En el cementerio, cayó un aguacero.

Peo el vivaracho, calló, si dijo… cero.

Será verdad. O un mal sueño que retumba.

Pero el pobre, fue arrojado en su tumba.

 

Misteriosamente…

Entre nacidos de mujer, no, se volvió a saber de Él.

Pero dicen, que es el pavor, para los pobres muertos.

Se aprovecha, porque, tienen los brazos yertos.

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Comentarios +

Comentarios2

  • Tommy Duque

    Hola hermano, encontré el humor, al no encontrar el corto relato...😅😅😅

    • Sierdi

      ...Y eso, que no entré en detalles.
      Je je je...
      Un abrazo Tommy.

    • JUSTO ALDÚ

      Bueno, me ha gustado. Es un relato en verso con tono pícaro y lúgubre, una fábula de humor negro donde la muerte se mezcla con la burla y la ironía del destino. El protagonista —“vivaz, vivaracho”— es el clásico oportunista popular, movido por la astucia y la desvergüenza, que termina víctima de su propia picardía. Lo que comienza como una anécdota risueña —colarse a un velorio por café gratis— se transforma en una pesadilla cómica y macabra, cuando el vividor acaba confundiéndose con el difunto.

      El poema juega con la musicalidad del verso octosílabo y el ritmo de copla tradicional, lo que le da un aire de cuento oral o leyenda contada entre risas y escalofríos. Las aliteraciones (“vivaz, vivaracho”) y el tono de rima ligera contrastan con el final sombrío, reforzando el efecto de sátira moral: quien abusa del azar puede ser devorado por él. En su cierre, el autor deja flotando un eco fantasmal, entre el chiste y la advertencia: el vivaracho se vuelve mito, castigo y carcajada.

      Saludos



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