Discurso del silencio

J. Moz

En el silencio se esconde el misterio,
ráfagas de emociones calladas
que en la quietud se vuelven aladas
y en su melodía encuentro el criterio.

Adentrarse en su aura es necesario
para descubrir lo no expresado,
y hallar en su profundidad lo sagrado
donde trasciende lo extraordinario.

En el silencio, las emociones
encuentran refugio y libertad,
donde la existencia en su verdad
baila en íntimas sensaciones.

Es el eco de la contemplación,
paraíso inefable, rito primordial,
una comunión con lo esencial,
espacio de profunda reflexión.

En su frecuencia leve y sagrada,
el silencio es un idioma poderoso,

trasciende lo trágico y lo furioso,
conectando almas aletargadas.

Un vínculo universal, sin barrera,
que une corazones en su sentir,
sin importar cómo puedan existir.
¡En el silencio lo divino se libera!

Es así como hallamos claridad,
nuestra voz interior puede surgir,
derrotando la zozobra infeliz
y encontrando la preciada verdad.

La calma nos otorga bondad,
logrando sentir y comprender
al espíritu en profunda intimidad.

En el diálogo el silencio es arte,
gesto de escucha, pausa de valor,
gracia y respeto de titanes,
riqueza de significado y amor.

Adentrarse en su ser es un retorno
al alma misma, a lo más profundo,

donde lo no expresado, fecundo,
se revela en su calma sin adorno.

Así trascienden las palabras mudas,
abriendo las puertas al misterio,
a la reflexión, almas desnudas:
un refugio, un ritual, un monasterio.

En su pureza germina el mensaje
que el corazón con emoción derrama,
sin importar la lengua que se clama.

Confrontando miedos en penumbra,
prevenimos y moldeamos nuestra voz,
hallamos paz en nuestra tumba
y nos amamos sin ningún rencor.

El silencio, en el diálogo, habla tanto
como las palabras que se expresan.
¡He ahí la clave de sublime encanto!

Y al explorar esa íntima armonía,
descubrimos cómo se inscribe
el silencio en perfecta sintonía.

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