Los Otros y Nosotros: El exilio de Dios

Hay un ruido,

es claro,

pero los Otros gritan para suavizarlo,

pero es de ese ruido que nace el silencio,

del olor al dolor.

Son los Otros que hacen abortar la semilla

para que la planta olvide al fruto.

Ese ruido,

¿lo escuchás?

Se siente como un temblor,

como una murga de zombis

debajo de los pies;

zapatean sobre la roca

que se resiste convencida,

firme y rebelde.

Defensa natural de lo que no poseemos,

pero creemos necesitar.

¿Sentís la humedad?

La roca transpira,

llora, suda, orina, escupe,

se derrama en aguas bravas,

hemorragia interna y externa

la tortura no permite apaciguar

ni al ruido, ni al agua, ni al calor, ni al viento,

ni al aire enrarecido de aliento químico.

Marean las mareas,

y pintan extraño al aura,

hay rojos grises y azules negros

La Gran Roca ruge, lucha,

Se desangra drogada por los Otros

que parten todo, y como trágica novela

toman el agua que ya no podremos tomar,

y en esta redundancia aparece la paradoja,

y en esa paradoja aparece el oxímoron,

y en ese oxímoron yace la distopia.

Pero los Otros no son extraños,

Son los Nosotros con el paso de los años.

 Los Nosotros para matar la muerte,

dejan el cuerpo en la tierra;

(para que se pudra, para que se degrade)

y al alma blanca y externa,

impoluta y omnipresente,

la imaginan en un paraíso

que es el cielo que no matan.

Ninguno de los Nosotros, ni de los Otros

compraría una hectárea celestial,

porque no sangra, porque nada pudre

porque es eterna

y lo eterno es aburrido.

Pero si compran los pedazos

descuartizados o divididos

de la Gran Roca

enfurecida y desmembrada.

Allí no tienen fe

más que la oferta y la demanda,

en el altar del dios mercado,

Al otro dios,

al de los Otros y los Nosotros,

lo exilian al paraíso

mientras lo torturan en su tierra