No quedó nada más por decirnos,
solo la certeza vaga de lo que fuimos.
Se cuela por las grietas del alma
un silencio que aprendió a no doler.
Dibujé tu nombre millones de veces
en el borde del alma,
y hoy te dejo atrás,
no con rencor, ni con rabia,
sino con la serenidad
de quien ha entendido
que todo final también es un inicio.
Fuiste mi casa, mi historia,
un verso que ardió en mi presente,
un párrafo escrito con fuego.
Pero el amor, aun siendo el más grande,
también muere
cuando se cansa de no ser correspondido.
Te guardo en mi memoria,
en las esquinas de mi alma
donde aún ilumina tu risa,
en esos lugares que fueron tan nuestros
y que aún conservan tu aroma.
Te dejo ahí,
como se deja lo amado
en el lugar correcto:
finalizado, pero intacto.
Hoy cierro un capítulo,
sin penas,
pero con gratitud.
Me enseñaste que amar
también es saber soltar.
Este último párrafo no lleva tu nombre,
lleva el mío.
Porque al final,
también merezco escribirme a mí.
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Autor:
Poemas De Una Mente Joven. (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 7 de noviembre de 2025 a las 10:51
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2

Offline)
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