Cuando eres niño, tienes fantasías, crees que los caminos son de caramelo,
que la vida es un juego eterno y los problemas no existen.
Los padres, figuras mágicas, están ahí para borrar las tristezas,
para llenar los días de risas y los sueños de colores brillantes.
Pero el tiempo pasa, y la realidad se revela como un espejo implacable,
mostrando que los caminos de la vida son empedrados y llenos de espinas.
Un acordeón suspira, como si conociera los secretos del destino,
y cada nota es una advertencia, un recordatorio de que nada es fácil.
El padre, ahora cansado y envejecido, lucha por mantener la sonrisa,
mientras la madre, con el corazón lleno de amor, sigue tejiendo esperanzas.
Los hijos, ya adultos, descubren que el mundo es un lugar complejo,
donde las decisiones tienen consecuencias y los errores dejan cicatrices.
Pero aun con cicatrices, la vida ruge, un torbellino de emociones crudas,
un volcán de experiencias que nos quema y nos transforma.
Vale la pena aferrarse a ella, con uñas y dientes,
porque en cada instante reside la posibilidad de un milagro.
Una cumbia suena a lo lejos, como un bálsamo para el alma herida,
recordando aquellos tiempos felices en los que todo parecía posible.
Porque la vida, al final, es un aprendizaje constante,
una mezcla de alegrías y tristezas que nos hace valorar cada instante.
Y aunque los caminos sean difíciles, siempre hay una luz al final del túnel,
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Autor:
Kmony Quiñonez(monina) (
Offline) - Publicado: 7 de noviembre de 2025 a las 01:15
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 1

Offline)
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