El cristal roto de la pena no preocupa,
caigan las lágrimas, sí, como lluvia de salmuera
sobre el asfalto tibio en la siesta.
Me importa la inundación,
la marea negra y viscosa sube por las escaleras del cráneo,
llenando habitaciones vacías de la conciencia
con agua pesada,
un líquido que huele a factura impagada,
a plástico nuevo.
La conciencia ahora es una cisterna que pide ser llenada.
No de agua, no de aire,
de materialismo concurrente.
Una sed que tiene forma de caja fuerte
con cerradura de nácar.
Bebes y la sed crece.
Ofreces y la mano se retrae, hecha un puño.
Intentas compartir el banquete
y el mantel se vuelve de arena movediza,
tragándose los cubiertos de plata
y las promesas.
El deseo es un caracol
que arrastra una casa rodante de oro.
Lo quieres ver rodar,
lo quieres mostrar en la vitrina del asombro,
cada giro es la rueda de un molino
moliendo tu propia paz.
La espalda es el mapa de los sueños olvidados.
La paz, un pájaro ciego en una jaula de terciopelo.
Desde esa neblina dorsal,
aparece la mano sin dueño,
empuñando un cuchillo de obsidiana
cuyo filo dice: "No gozarás".
La puñalada no duele, desordena,
dispersa las piezas del puzzle
de la alegría que hubieras construido.
Y el clímax final: no es la herida,
es el conocimiento frío
de que el placer siempre fue
un horizonte de gasa,
una silla de terciopelo que nunca existió
donde querías sentarte.
Solo queda el eco del como hubieras querido,
un grito silencioso.
-
Autor:
Leoness (Seudónimo) (
Online) - Publicado: 6 de noviembre de 2025 a las 16:10
- Categoría: Surrealista
- Lecturas: 1

Online)
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.