6 de Noviembre. El fuego no olvida

Rafael Blanco

Seis de noviembre y aun arde.

                              

Cuarenta años después, yo sigo viendo el humo trepando por la garganta de la ciudad; ese humo que no era solo fuego, sino el grito de un país que se quemaba por dentro.

 

No sé si era justicia lo que buscaban, no sé si era orden lo que prometían los fusiles; solo sé que en el centro del poder, se alzó un infierno con nombre de palacio.

 

Allí donde la ley debía hablar, hablo la metralla.

Allí donde la palabra debía juzgar, juzgo el fuego.

 

Y yo, como todos, vi como la verdad se volvía ceniza, como las ventanas estallaban como ojos, como la historia se escribía a balazos.

 

Vi salir cuerpos que ya no eran cuerpos: magistrados que habían leído la constitución y murieron sin sentencia; guerrilleros que creyeron cambiar el mundo y solo lograron prenderle fuego.

 

Vi salir civiles confundidos, rostros tiznados, manos alzadas, vidas marca en tragedia, vidas que nunca más se contaron.

 

Y el palacio. Ese monstruo de concreto. Quedo en llamas, envuelto en su propia vergüenza, con las columnas abiertas como costillas y el aire oliendo a país quemado.

 

Afuera la nación miraba, no solo por pantallas, sino desde el espanto, con los ojos fijos en la herida. Algunos lloraba, otros callaban, y yo… yo solo sentía vergüenza: una vergüenza caliente, densa, imposible de lavar.

 

Dicen que el fuego purifica, pero aquel fuego no purifico nada.

Solo fundió las pruebas, borro los nombres, volvió humo los testimonios.

 

Todavía huele.

Todavía vibra el silencio en los pasillos quemados, susurros que preguntan por sus cuerpos, madres que siguen tocando puertas de un palacio que hoy se alza nuevamente: blanco, brillante, pero con el dolor aun prendido en sus muros, como si la reconstrucción no borrara la tragedia, sino que la repitiera en voz baja.

 

Cuarenta años, y aun me duele el país que sale de esas llamas: el país que aprendió a callar, a mirar hacia otro lado, a enterrar la memoria bajo informes oficiales.

 

Cuarenta años y todavía el palacio arde en mí, en muchos, tal vez en todos. No como monumento, sino como herida. No como historia, sino como deuda.

 

Porque el fuego no olvida. Porque el humo sigue allí, subiendo, buscando entre las nubes la justicia que nunca bajo.

 

Y mientras tanto, el país respira ceniza. Respira olvido. Respira culpa.

 

Y yo -Quien aún miro el humo-. Sé. que ese fuego...

No se apagara jamás.

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Rafael Blanco López

Derechos reservados

Noviembre 06/2025

  • Autor: Luis Rafael (Seudónimo) (Online Online)
  • Publicado: 6 de noviembre de 2025 a las 13:46
  • Comentario del autor sobre el poema: 06 de Noviembre de 1985 es un día que los Colombianos no borramos de nuestra memoria. Yo. Me encontraba presentando el examen de admisión a la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá. Serían las 11.30 AM cuando de repente entro un profesor y con aire agitado nos comunicó que el examen quedaba suspendido debido a la toma del palacio de justicia que se estaba llevando a cabo en esos momentos. Nadie sospecharía que los acontecimientos serían tan dolorosos y catastróficos para nuestra sociedad. Jamás volví a ser requerido para presentar nuevamente el examen. • En esta toma del palacio murieron más de 100 personas, entre magistrados, guerrilleros, empleados varios y población civil. También desaparecieron algunas personas que salieron con vida a resguardo del personal militar y nunca se supo que paso con ellos. Hoy y a pesar del tiempo, las investigaciones continúan. En estas letras solo expreso el sentimiento que aún me acompaña.
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 3
  • Usuarios favoritos de este poema: Gloria Villanueva
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