Serenidad
La quietud del amanecer trae consigo un murmullo profundo que nace desde las raíces de la tierra,
mientras las nubes algodonadas se desplazan con parsimonia por el cielo despejado y sereno,
y en el horizonte se dibuja un arcoíris de esperanzas que calma los espíritus inquietos,
los ríos cantan su canción eterna arrastrando hojas secas hacia un destino desconocido,
y el mundo parece contener la respiración ante la inmensidad de tanta belleza escondida.
Bajo la copa frondosa del roble antiguo donde anidan los pájaros cantores al atardecer,
mis pensamientos se entrelazan formando una madeja de recuerdos y de sentimientos encontrados,
escucho el zumbido lejano de la vida que transcurre más allá de este refugio sombrío,
mis manos acarician la corteza rugosa buscando respuestas a preguntas no formuladas,
y una brisa suave me envuelve trayendo aromas de lluvia y de flores recién abiertas.
En el estanque tranquilo donde nadan los peces de colores brillantes como joyas vivientes,
se refleja mi rostro junto con las ramas que mecen al compás del viento susurrante,
las libélulas vuelan en círculos concéntricos rozando la superficie tersa y plateada,
y en el fondo se ocultan secretos milenarios guardados por piedras musgosas y redondas,
mientras el sol juega a crear destellos dorados que bailan sobre el espejo natural.
Cada latido que surge de mi pecho parece eco de tambores ancestrales y lejanos,
marcando el ritmo de una melodía íntima que solo yo puedo comprender en su esencia,
siento el peso de los años que han pasado y la ligereza de los que están por llegar,
mis pies se hunden en la hierba fresca dejando una huella efímera y momentánea,
y el universo entero cabe dentro de este instante frágil y perfecto a la vez.
Las golondrinas tejen trayectorias invisibles con su vuelo ágil y lleno de gracia,
anunciando la llegada de nuevas estaciones con su canto alegre y repetitivo,
yo observo su danza aérea desde la ventana de mi habitación llena de libros polvorientos,
donde las palabras escritas en páginas amarillentas cuentan historias de amor y de aventuras,
y el tiempo se detiene mientras mis ojos siguen el compás de sus alas en movimiento.
Cuando la noche extiende su manto estrellado y la luna muestra su perfil sonrosado,
las sombras alargadas se convierten en compañeras fieles de mis reflexiones,
el fuego crepita en la chimenea pintando destellos rojizos en las paredes oscuras,
y el reloj de péndulo marca las horas con su tictac constante y tranquilizador,
mientras afuera el mundo duerme y yo permanezco despierto escuchando mi propia voz.
Tal vez la respuesta no se encuentre en los lugares recónditos ni en los mensajes cifrados,
sino en la simpleza de un amanecer o en la risa de un niño jugando en el parque,
en el abrazo sincero de un ser querido que llega justo cuando más lo necesitamos,
en el sabor del pan recién horneado que compartimos en la mesa cada mañana,
o en la mirada comprensiva de un perro que nos elige como compañeros de viaje.
Por eso cierro los ojos y respiro hondo permitiendo que la calma inunde mi ser,
aceptando que algunas preguntas quedarán flotando en el aire sin respuesta concreta,
entregándome al fluir constante de la existencia con sus giros inesperados y sorpresas,
sabiendo que cada día es un regalo por desenvolver con manos temblorosas y ansiosas,
y que la paz verdadera habita en los pequeños detalles que a menudo pasan desapercibidos.
—Luis Barreda/LAB
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Autor:
Luis Barreda Morán (
Offline) - Publicado: 6 de noviembre de 2025 a las 04:13
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 2

Offline)
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