La cena, amor es el silencio
Restaurante de soliloquios compartidos,
casa de mi madre.
No se crujen líneas imperceptibles del viento,
sino que se mezclan en injuria de ambiente
porque mis dientes se rehúsan a emporcar.
En la olla,
llamaradas de pastosos espirales
cuyas gambas de berenjena
remojan el paladar con el bocado del olfato.
En el horno,
astas con sus banderas enrolladas y rojas,
poderosas costillas.
Río de grasa que emerge
como giste en vaso a henchir.
Madre saca torso porcino a veloz borboteo
y le añade sábanas líquidas
de delicioso magma.
Rutilan las astas,
pero las carnes de rojiza piel dragón
atrajeron hasta los esclavos que murieron
de hambre hambrienta
cuando la pentabuela
se hallaba en Calima
y no concebía una tátara.
Desde el segundo escalón
se veía la pechera de brillo rica sangre.
Y con el mango de filo desdichado
por cortar paredes incortables
de carnal corazón de Satanás,
sacó el trozo,
burda cabeza de casco rojo
con deliciosa y blanca flecha aún en su centro.
¡Qué irreverente eres, madre!
Desagradecido me haces ver;
ante aquella ricura de cena,
lo siento,
¡pero tendría que pasar la noche entera sin hablarte!
No poseo tu educación,
porque esta también come.
Serenan rugidos de león en la barriga.
El silencio de toda la noche
será el beso que le daré a tu frente.
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Autor:
Roan Rojas (Seudónimo) (
Online) - Publicado: 5 de noviembre de 2025 a las 08:07
- Categoría: familia
- Lecturas: 1

Online)
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