Cuando éramos niños

El tiempo paso y no nos dimos cuenta de cuando fue la última vez que salimos a jugar... 

De aquellas tardes sentados en el pasto soñando con el futuro.

Años después nos dimos cuenta que nada se parece a lo que imaginamos esa vez. 

Que el dinero no sale de los árboles y que el tiempo cobra factura. 

Que una arruga en el rostro de mamá 10 años atrás no preocupaba y ahora rezamos porque no aparezcan mas. 

Rezamos también por volver a ver a toda una pandilla de niños con los ojos llenos de sueños y el corazón impregnado de ilusión. 

Niños que creían que el lanzarse de un columpio se asemejaba a volar. 

Que el pelear no era problema pues al siguiente día era caso olvidado. 

Pues las peleas son eso cosa del pasado y el mantener viva la trama del juego era prioridad para divertirse. 

En donde quedo tanta bondad de sonrisas al compartir un paquete de frituras acompañado de historias de terror. 

El tiempo paso y se hizo presente el primer amor, o al menos eso imaginamos cuando jugamos a que un árbol era nuestro novi@. 

Era obvio que ya no lo recordemos pues el reloj avanzo... 

El transcurso de los años disfrazado de madurez sólo nos alejo de los sueños de la niñez... 

Adultos desconocidos de sus momentos felices, ocupados en pensar que hacer con el futuro... 

Pues la ansiedad es lo más seguro que tenemos. 

Hace un rato escribí felices pero ahora la felicidad quedo plasmada en cicatrices, cicatrices de recuerdos. 

Murmuros de tu niño interior te dicen que no lo dejes perder... 

Que no debes dejar de creer en que todo es posible. 

Como rodillas raspadas que tardan en curar, hoy tu niño interior te dice que salgas a jugar y que lo vuelvas a intentar.