Crónica de un sueño

En un mundo donde los sueños eran la realidad, Abelardo y Lucía se encontraron en un jardín de luz, donde los árboles de cristal reflejaban la pureza de su amor. Las flores de fuego que los rodeaban parecían danzar al ritmo de sus corazones, mientras un río de estrellas fluía lento, llevando consigo los secretos de la eternidad.

El aire estaba impregnado del aroma a jazmín, y cada paso que daban era una melodía que resonaba en el alma. El mar inmenso que se extendía ante ellos era un libro abierto, cuyas páginas revelaban la silueta de antiguos anhelos que renacían con cada ola.

En este paraíso, Abelardo y Lucía se sumergieron en el amor, sin miedo a perderse en el abismo de sus emociones. Se convirtieron en uno solo, como la espuma de la madrugada que se disuelve en el mar. Su amor era un grito de silencio claro, un canto que resonaba en el universo.

Pero el destino tiene sus propios planes, y el sueño se desvaneció con la luz del amanecer. Abelardo se despertó con la crónica de aquel sueño grabada en su memoria, una verdad secreta que se dilataba en el fondo de su ser. Aunque el rastro de Lucía se esfumó, algo en él había cambiado para siempre.
La historia de Abelardo y Lucía se convirtió en una leyenda, un testimonio del poder del amor que lucha con valentía por vencer las barreras de la realidad. Y aunque su amor fue un sueño, su esencia permaneció, un recordatorio de que la verdadera pasión puede trascender incluso la frontera entre el sueño y la vigilia.