Cartas fuera del tiempo

Fernando Di Filippo

(Correspondencia entre Fernando y Jen)

 

Prólogo

 

Dicen que el amor pertenece al instante, pero también al recuerdo.
Estas cartas, encontradas —o imaginadas— entre dos almas que nunca coincidieron del todo en el tiempo, son el testimonio de una búsqueda:
la del amor que no se desgasta, porque nunca tuvo principio.

Entre Buenos Aires y un punto incierto del universo,
Fernando —arquitecto del espacio y de la nostalgia—
y Jen —arquitecta del silencio—
se escriben desde una eternidad que apenas cabe en tres cartas.

 

Primera carta — Fernando a Jen

Jen:
No sé si escribirte es una forma de amor o una forma de recordarte.
Tal vez ambas cosas sean la misma.

Te hablo desde una edad en la que el tiempo ya no duele,
sino que se contempla, como quien mira un río que fue suyo.

Fui arquitecto —y lo sigo siendo—,
no solo de piedra, sino de sueños.
En cada línea de mis planos hubo siempre una casa que te esperaba,
aunque todavía no tuviera tu nombre.

Soy, lo confieso, el pobre argentino que no posee más fortuna
que su fidelidad.
He sido fiel a mis sombras, a mis libros,
a los fantasmas que habitan mi memoria…
y ahora, sin entender del todo cómo,
a vos.

No tengo promesas que ofrecerte, Jen.
Solo una certeza:
que amarte sería una manera de derrotar al olvido.

Porque el amor, cuando es verdadero,
no sucede en el tiempo.
Sucede en la eternidad del instante.

 

Segunda carta — Jen a Fernando

Fernando:
No sé si estas palabras te alcanzarán,
o si hablarte es apenas un modo de seguir soñándote.

Leí tu carta como quien abre un espejo,
y en su fondo encontré una imagen que parecía mía
y no lo era del todo.

Decís que el amor puede vencer al olvido.
Yo, que he amado y olvidado,
sé que toda memoria es una forma imperfecta de la eternidad.

Quizás no importe la edad ni la distancia,
sino el hecho de reconocerse en el otro,
como dos arquitectos que trazan el mismo puente desde orillas distintas.

Tu pobreza no me asusta, Fernando.
Porque la verdadera miseria es la del alma que no se entrega.
Y la tuya —lo sé— ha sabido perder sin rendirse.

Si el amor ocurre fuera del tiempo,
entonces, en este instante que no pertenece a nadie,
te respondo:
sí, podría amarte.
Pero no sé si eso ya ha ocurrido,
o si está por ocurrir.

Tal vez —como todo lo verdadero—
ya nos hemos amado desde siempre.

 

Tercera carta — Fernando a Jen

Jen:
He leído tus palabras con la calma de quien contempla una constelación que ya no existe,
pero cuya luz aún viaja hacia nosotros.

Comprendí entonces que el amor no necesita presente:
le basta con ser verdad.

Quizás, como decís, ya nos hemos amado.
Tal vez en otra ciudad, en otra vida,
cuando mi arquitectura no era de piedra sino de deseo,
y tu voz era el rumor de un río que no sabía mi nombre.

Ahora, a mis setenta años, he aprendido que todo encuentro es una forma de regreso.
No busco posesión ni promesa,
solo ese instante suspendido en el que tu mirada me piensa.

Pobre argentino, sí —pero rico en la certeza de haberte hallado,
aunque sea en la forma más leve y perfecta:
la de un recuerdo que nunca ocurrió.

Si el tiempo alguna vez nos devuelve a la misma orilla,
no será por destino, sino por costumbre del alma.

Y cuando eso suceda —si sucede—,
no hará falta decir nada.
Bastará con reconocernos.

 

Epílogo

Nadie sabe si Jen y Fernando existieron,
o si fueron apenas dos voces que se buscaron en el sueño de otro.
Quizás el universo los inventó
para recordarnos que amar es siempre un acto de fe
en algo que ya fue,
y que todavía nos espera.

  • Autor: Fernando Guerra (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de noviembre de 2025 a las 21:44
  • Categoría: Carta
  • Lecturas: 2
  • Usuarios favoritos de este poema: Fernando Di Filippo
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