Con ocasión

Solo, quien tiene la osadía
de enfrentar su sombra
puede aspirar a tocar su luz. 

Con ocasión, 
a propósito de ello
y solo a su propósito
fui capaz, me atreví. 
Maleni, la pintora, la
profesora de arte abs
tracto, la especialista
en dibujo, fue la artífi
ce, la hacedora. 
Encarni, la de filosofía,
le acompañaba en el ac
to, su cómplice, pareja,
socia, partner, coprota
gonísta de un disparate. 
Las dos junto, más tarde,
a una tercera persona fu
eron las cabezas pensante
s de un robo a mano arma
da, de noche, con alevosía,
premeditación y demás tér
minos legales de los que se
dan cita en el texto de los có
digos que en la universidad 
quemaron más de una pesta
ña, y ellas, en la rueda de re
conocimiento, se dieron por
inocentes, olvidadizas, como
si una apisonadora neuroló
gica pasara por sus frentes
justo antes de hacer entrada. 
Con ocasión, a su propósito,
cuando el alumnado descan
saba el aturdidor ritmo de e
xámenes y reválidas, cuando,
en un arrebato fiero, ferreo,
imperioso, se confabularon,
pusieron sobre sus caras las
sendas medias de nylon que 
llevaban a la sazón, y bajaron
las escaleras raudas, ignotas
de sus consecuencias, encar
riladas como caballos de pica
dor, y Maleni, propietaria de la 
más pensante de las tres cabe
zas, por delante al bajar, abrió
la cancela, cerró al franquear
la puerta que le quedaba atrás,
se encaminó hacia la derecha
—su media le hacía un poco de
daño en la narina izquierda— y
señaló la puerta, y las otras, obe
dientes, sumisas, dijeron sí con
un ademán del rostro, llevaron s
endas manos derechas a sendos
bolsillos de idéntica lateralidad,
agarraron las pistolas y las alza
ron al unísono, como un autóma
ta de feria.
Ahí quedó todo.
No llegaron a vivir para contarlo.